Analizar el pasado mirando hacia el futuro

Heredar una revolución

Miriyam Aouragh y Hamza Hamouchene

En 2020 recordamos el décimo aniversario de las protestas multitudinarias que tuvieron lugar en Alejandría (Egipto) en junio de 2010, contra el asesinato del joven egipcio Khaled Mohamed Saeed1 en manos de la policía, y el comienzo de la tercera intifada saharaui en el campamento de Gdeim Izik2 (territorio ocupado del Sáhara Occidental) en octubre de 2010. En esa oportunidad hablamos de cómo, en nuestra opinión, estos acontecimientos marcaron el comienzo de un período de cambios profundos.

Un año más tarde (en 2011) una ola de revueltas se propagó en todo Oriente Medio y la región del Norte de África, en lo que pasó a denominarse la “Primavera Árabe”3. Estos levantamientos sacudieron al mundo. Las revoluciones de Túnez y Egipto dieron lugar a alzamientos históricos en el Norte de África y en otras partes. La población de esos países celebró el derrocamiento de los dictadores Ben Ali y Mubarak, y vislumbró un futuro de cambios significativos en sus vidas. En estos levantamientos, al igual que en muchas instancias revolucionarias, se liberó mucha energía; había una efervescencia, un sentimiento inigualable de renovación y cambio en la conciencia política.

La población de la región conoce muy bien el estereotipo racista y el cliché despectivo encarnados en la falsedad simplista de que los “árabes y los musulmanes no son aptos para la democracia y son incapaces de autogobernarse”. El dominio imperial y colonial de la región dio lugar a que algunos la percibieran como una entidad homogénea que puede reducirse sistemáticamente a conceptos negativos. Si se la observa a través de este cristal distorsionador, la región evoca imágenes de conflicto y guerras, dictadores despiadados y poblaciones pasivas, terrorismo y extremismo, así como ricas reservas de petróleo y grandes desiertos. El imaginario orientalista y la representación rígida del “otro”, así como el poder de “bloquear narrativas” son rasgos característicos de la violencia política y geográfica generada por el imperialismo4.

Los levantamientos rompieron con muchos de estos estereotipos y derribaron muchos mitos. Los vientos revolucionarios que comenzaron a soplar en 2011 se propagaron de Túnez a Egipto, Libia, Siria, Yemen, Bahrein, Jordania, Marruecos y Omán. La experiencia emancipadora fue contagiosa, ya que inspiró a personas de todo el mundo: activistas en Madrid, Londres y Nueva York del movimiento Occupy o Indigados estaban orgullosos de “caminar como un egipcio”. Aunque en los últimos 30 o 40 años hemos observado intentos de deslegitimar cambios significativos y radicales a través de revoluciones debido a las deficiencias y la derrota de intentos descolonizadores en diversas partes del Sur global –y a pesar de que los ataques contrarrevolucionarios siempre intentarán destruir la voluntad de las personas– las revoluciones y los levantamientos por la emancipación continúan (y continuarán en el futuro).

Para los autores del presente artículo, al igual que para un sinnúmero de activistas, el orgullo y la esperanza que estos acontecimientos generaron siguen siendo profundamente personales y políticos. Esta experiencia política formativa ha moldeado nuestra vida profesional, nuestro activismo y nuestra visión del mundo. Participamos en conferencias y mesas redondas en las que celebramos y analizamos estos acontecimientos históricos, marchamos en protesta junto a nuestros pueblos y participamos en diversas iniciativas solidarias. Hablamos, debatimos y discrepamos con amigos y compañeros. Algunas veces nos llenamos de esperanza, otras nos sentimos tristes y desanimados. Sobre todo, aprendimos mucho: la práctica revolucionaria ofrece una fuente única de conocimientos.

No obstante, no podemos negar que lo que empezó como un levantamiento inspirador contra el autoritarismo y las condiciones socioeconómicas opresivas para reclamar pan, justicia y dignidad se convirtió en violencia y caos, en polarizaciones profundas, contrarrevolución e intervención extranjera. Los diversos movimientos de la región se toparon con fuerzas autoritarias y contrarrevolucionarias arraigadas decididas a suprimirlos. Todos estos movimientos se enfrentaron a la resistencia del Estado, a menudo sumada a la interferencia extranjera y del capital internacional. El golpe militar en Egipto terminó por reinstaurar una forma de dictadura mucho más despiadada y represiva. Las brutales guerras civiles en Siria, Libia y Yemen y la represión en países del golfo Pérsico como Bahrein son ejemplos de la lógica cruel de la guerra subsidiaria que recuerda mucho a los sistemas coloniales, muy conocidos por la población de la región. Túnez, que había parecido ser la excepción en estos acontecimientos trágicos, ahora está en una posición muy frágil. Además, las profundas polarizaciones (por ejemplo, entre laicistas e islamistas) ha distraído a la población de los problemas socioeconómicos clave que estaban en el núcleo de los levantamientos.

Algunos comentaristas políticos de los medios de comunicación hegemónicos han sostenido que la “Primavera Árabe” dio lugar a un “invierno islamista” (dado que las fuerzas islamistas llegaron al poder en algunos países). Algunas voces progresistas han sido menos pesimistas y han presentado una perspectiva histórica más matizada, según la cual estos acontecimientos deben interpretarse como parte de un proceso revolucionario de largo plazo, con altibajos, períodos de radicalización, contratiempos y contrarrevolución. Hubo quienes reivindicaron esta última opinión cuando, ocho años después de los acontecimientos de 2010 y 2011, se intensificó el proceso revolucionario en la forma de una segunda ola de levantamientos en Sudán, Argelia, Irak y el Líbano (2018-2021) y con el regreso a primera plana de la lucha heroica e interminable de los palestinos, todo lo cual revela la determinación del pueblo de seguir luchando por sus derechos y soberanía.

Todos estos acontecimientos trascendentales ocurridos entre 2010 y 2021 han abierto nuevos horizontes que han permitido a las personas expresar su descontento y exigir cambios y reformas radicales, y han obligado a casi todos los gobiernos de la región a ceder en cuestiones políticas y económicas.

¿Por qué un proyecto para conmemorar diez años de lucha en la región?

Cuando nos embarcamos en este proyecto, nuestro principio orientador fue el papel importante que ocupa la memoria en nuestros movimientos por la justicia y la libertad, y la tarea fundamental de mantener un archivo. Nuestra memoria política no es un proceso automático, como la memoria muscular, sino que está determinada por las condiciones políticas y económicas en las que existimos. El fomento de la afinidad política y el mantenimiento de los vínculos radicales no ocurren en forma aislada, deben alimentarse, mantenerse vivos. Es preciso reflexionar sobre ellos y mantener un registro. Los aniversarios brindan la oportunidad de hacer todo esto y ese es precisamente el objetivo de este proyecto, que incluye webinarios y podcasts, además de los artículos aquí compilados. Todo ello nos ayuda a ver lo concreto, en medio de lo que a veces son debates demasiado abstractos, y conocer algunos casos menos visibles.

Uno de los objetivos de este proyecto ha sido cuestionar una serie de percepciones erróneas sobre la región, su población y las revueltas y levantamientos. Una de ellas fue el intento de los medios de comunicación internacionales y hegemónicos, los gobiernos de Occidente y las instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial, de mostrar a los levantamientos como simples revueltas contra el autoritarismo que solamente reclamaban los tipos de democracia y libertades políticas anquilosadas que existen en los países industriales de Occidente. Este marco se aleja de todo análisis de clase y tiende a desvincular lo político de lo económico, ignorando las demandas socioeconómicas fundamentales de pan, justicia social, dignidad y soberanía de los pueblos. Pero esta interpretación errónea –o distorsión, para ser más precisos– no termina allí. Los comentaristas de los medios hegemónicos de Occidente denominaron a los levantamientos de Túnez y Egipto “revoluciones de Facebook y Twitter”, exagerando el papel que desempeñaron las redes sociales en fomentarlos. Otro enfoque dominante, pero no menos superficial, fue el demográfico, que interpretó las revueltas como fundamentalmente levantamientos de jóvenes contra la generación más vieja, producto de una “masa juvenil” en los países afectados.

Más de diez años después, las interpretaciones hegemónicas del aniversario de los levantamientos no han aportado mucho al análisis. Varios informes y artículos periodísticos se refieren a revoluciones fallidas y perdidas y a promesas incumplidas. Sin embargo, el tono dominante queda reflejado en el título de un artículo del periódico The Guardian publicado en diciembre de 2020, en el que se hace referencia a Mohamed Bouazizi, el vendedor de frutas que se inmoló y catalizó los levantamientos árabes: “Nos arruinó: 10 años más tarde, los tunecinos maldicen al hombre que inició la Primavera Árabe”. La narrativa que se propone es de desolación y desesperanza: el levantamiento no valió la pena, habría sido mejor permanecer encadenados y en la pobreza. Es necesario cuestionar y deconstruir una interpretación de este tipo para ofrecer una lectura más matizada y menos idealista (más materialista) de la revolución y lo que ella supone. Varios investigadores y activistas progresistas críticos han hecho hincapié en la importancia de reconocer las complejidades de la dinámica revolucionaria y sus crisis, deficiencias e incluso fallas inevitables5. Esto implica ver a las revoluciones imbuidas de tendencias contrarrevolucionarias e invadidas por fuerzas reaccionarias. El hecho de que las personas de la región sigan realizando revueltas es prueba de esta complejidad. En definitiva, las ideas de las personas sobre las revoluciones tienen un impacto fundamental en los resultados de esos acontecimientos cuando de hecho ocurren; de ahí la necesidad de reflexionar y aprender de revoluciones pasadas.

A lo largo de este proyecto hemos intentado crear espacio para la reflexión crítica: hemos priorizado un enfoque inclusivo con respecto a diferentes opiniones disciplinarias y énfasis políticos y, en el proceso, brindamos una plataforma a las voces más jóvenes, a las voces femeninas y locales de la región; lo mínimo que podemos hacer. Esperamos haber evitado dicotomías rígidas y posturas fariseas con respecto a poseer “la verdad” –un deseo que surge de nuestro rechazo de estilos y comportamientos sectarios y polémicos, que puede fácilmente convertirse en ataques personales. Un resultado de esta colaboración ha sido aprender a discrepar y trabajar de manera respetuosa con compañerismo y continuar la discusión de manera constructiva. Quien estudia los temas que se presentan en este proyecto sabrá muy bien cómo los efectos nefastos de posiciones arraigadas (“campismo”) han debilitado las posibilidades progresistas de participación significativa a lo largo de los años. A menudo hemos sido testigos de cómo los debates sobre Siria o Libia, por ejemplo, se convierten en discusiones binarias (a menudo falsas) profundamente polarizadas, que alienan a los participantes e impiden debates productivos sobre estrategias revolucionarias y solidaridad internacional. En última instancia, se pondrá a prueba en nuestros movimientos cómo podemos reconciliar determinadas posturas (por ejemplo, el antiautoritarismo frente al antiimperialismo), pero nunca deberíamos absolvernos de nuestro deber de argumentar en contra de posiciones políticas selectivas. La lucha por la libertad en un caso debe estar al servicio, y no a expensas, de la lucha por la libertad en otro. Los participantes marroquíes y saharauis de uno de nuestros webinarios expresaron esto de manera poderosa.

Resumen de los artículos

Los colaboradores de este informe son académicos y activistas destacados de la región o con raíces allí6. Tuvieron la opción de escribir en árabe o inglés. Todos los artículos están disponibles en ambos idiomas y, ahora también, en español.

El artículo de Adam Hanieh aborda las causas profundas de los levantamientos regionales mediante un enfoque histórico y de economía política. Al describir en detalle algunos de los orígenes de la revuelta que estalló en 2011, deconstruye el marco liberal dominante de la región y sus levantamientos. Sostiene que debemos prestar atención al papel central que desempeña la región en la economía mundial y cómo sus estructuras políticas son un reflejo directo del desarrollo capitalista que ha ocurrido allí en los últimos decenios.

Ghassen Ben Khelifa nos traslada a 2010 y 2011, cuando el pueblo tunecino que quería vivir en dignidad se alzó para reivindicar sus derechos. Adopta una mirada crítica de los acontecimientos iniciales que constituyeron la intifada de Túnez y demuestra cómo ahora se ha contenido e incluso interrumpido. Cuestiona de manera convincente el marco “excepcionalista” en torno a la experiencia tunecina al presentar una serie de medidas contrarrevolucionarias imperialistas y neoliberales concebidas para ahogar la revolución y sus demandas económicas.

Por su parte, Mostafa Bassiouny y Anne Alexander sostienen que todo intento de comprender el transcurso de la revolución egipcia de 2011 debe entender necesariamente el papel que desempeñó el movimiento de los trabajadores. Los autores ponen de manifiesto cómo las luchas de los trabajadores fueron un factor independiente en el proceso revolucionario. También subrayan la importancia de la “acción recíproca” entre los aspectos económicos y políticos de la lucha de clases y cómo este proceso desempeñó un papel fundamental en los acontecimientos revolucionarios en Egipto.

Fourate Chahal presenta ilustraciones hermosas y evocativas para todos los artículos del informe. También ofrece un excelente y poderoso collage artístico que capta la belleza, la creatividad y la energía de los diferentes levantamientos a través del grafiti, el arte, los eslóganes y la reconquista de los espacios públicos por el pueblo durante la revuelta.

En su aporte, Ali Amouzai realiza una reflexión crítica sobre el histórico Movimiento 20 de febrero en Marruecos, que surgió en 2011, y detalla el equilibrio entre las fuerzas políticas y sociales que lo precedieron. Posteriormente, describe y analiza la reacción de la monarquía a esta amenaza a su gobierno, que asumió la forma de represión, cooptación y contención. También arroja luz sobre el papel de Marruecos como puesto de los designios imperialistas en el continente africano, mientras sigue resistiendo el derecho a la autodeterminación de los saharauis.

Rafeef Ziadah afirma que uno de los principales resultados de los levantamientos ha sido el papel más prominente de actores regionales en múltiples Estados, que intentan estabilizar el sistema político para su provecho. Ziadah se centra en Libia y Yemen y examina los diferentes modos de intervención de los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, incluidas las campañas militares directas, el uso de terceros, la ayuda financiera y los paquetes de ayuda humanitaria. Todos ellos tomados en conjunto dan lugar a un resultado regional que ha respaldado el statu quo contra la esperanza inicial de cambio que ofrecieron los levantamientos.

Yasser Munif comienza por examinar el pan como un producto básico fundamental en tiempos de guerra y paz, y ofrece un panorama general de la reforma agraria implementada por los regímenes sucesivos en Siria de 1963 a 2000. Más tarde, se centra en la utilización del pan como arma, como parte de una estrategia militar importante del régimen de Assad durante la revuelta en Siria, mientras que nos da un pantallazo general de la resistencia de base de los rebeldes, para lo cual toma a la ciudad de Manbij, en el norte del país, como estudio de caso.

El aporte de Muzan Al Neel se centra en la revolución sudanesa de 2018-2019 y explica por qué los sudaneses se alzaron y qué querían derrocar cuando cantaban “Que caiga”. Al Neel analiza el momento actual y el papel del Gobierno de transición y su evolución con respecto a los objetivos del levantamiento. Finaliza explorando las formas en que el levantamiento sudanés podría y debería seguir alcanzado sus objetivos frente a la contrarrevolución.

Zahra Ali propone un análisis feminista del levantamiento de 2019 en Irak. Sobre la base de un estudio de campo que realizó con redes de mujeres y jóvenes y movimientos sociales en Irak, interpreta al levantamiento de 2019 como un marco para reflexionar sobre cómo las protestas multitudinarias permiten entender la emancipación que expande nuestra imaginación feminista, prestando especial atención a los espacios donde se produjeron los levantamientos.

Hamza Hamouchene adopta una mirada fanoniana para analizar el levantamiento que se produjo en Argelia de 2019 a 2021, y argumenta a favor de la racionalidad de la rebelión en el contexto del nuevo movimiento popular (hirak) en Argelia –un movimiento que, según él, representa la continuación del proceso de descolonización. También vincula el levantamiento en Argelia con el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos y considera los posibles aportes del pensamiento de Fanon a estas y otras luchas por la justicia económica y social.

Por último, pero no menos importante, Rima Majed se pregunta qué tienen en común los levantamientos de 2019 en Irak y el Líbano, más allá de la proximidad regional y cultural. Primero analiza si los levantamientos pueden denominarse “revoluciones” o “revolucionarios”. Luego, se centra en las contradicciones internas de estas revoluciones y analiza la retórica de la corrupción, la unidad nacional, la política tecnocrática y el individualismo.

Mirar hacia atrás mirando hacia adelante

Los aniversarios tienen un poder simbólico y pueden ser buenas oportunidades para hacer un balance de lo sucedido y reflexionar sobre los aspectos positivos y negativos. También pueden ser momentos dinámicos para reflexionar sobre cómo avanzar. Nuestro objetivo no es recordar los tiempos mejores que ya pasaron o idealizar estos acontecimientos históricos importantes. Sino que, en este proyecto esperamos acercarnos más al espíritu de las revoluciones, su energía creativa, sus contradicciones y deficiencias y sus enemigos.

Obviamente, este proyecto tiene algunas lagunas, aspectos que no se han incluido. Ello se debe, por un lado, a nuestras propias limitaciones de trabajo y tiempo y, por otro, a los límites del proyecto en sí, cuya razón de ser está vinculada con un momento determinado en el tiempo. En realidad, los procesos revolucionarios siempre están inconclusos. Lo mismo ocurre con la práctica política, que incluye escribir acerca de revoluciones. Y, a pesar de que no procuramos abarcarlo todo cuando abordamos una región tan vasta, esperamos ofrecer aquí un pantallazo general, en la voz y en el idioma de su gente. Hemos intentado presentar un análisis progresista que pueda contribuir a profundizar nuestros conocimientos sobre la región, con la esperanza de que ello nos permita aprender de los errores pasados y seguir luchando por un cambio perseguido desde hace mucho tiempo en las condiciones políticas y socioeconómicas opresivas actuales.

Nuestros recuerdos de los acontecimientos increíbles de los últimos diez años han sido fundacionales. Nos sentimos privilegiados de haber sido testigos de personas que actuaron con un vigor y una valentía políticos que solamente pueden describirse como “históricos”. Nuestras mentes se han iluminado y nuestros espíritus se han elevado gracias al sinnúmero de hombres y mujeres comunes y corrientes que se atrevieron a decir “la gente quiere” [al sha’b yourid] y que se alzaron en circunstancias sin precedentes. Heredamos su legado y el precio enorme de llegar a un momento crítico del que ni los amigos ni los enemigos de la revolución pueden regresar. Hay pocas cosas tan poderosas como cuando las personas comunes y corrientes de clase trabajadora superan todos los obstáculos y hacen tambalear los verdaderos cimientos del statu quo.

“Lo personal es político” proclama una máxima feminista. El lema de la lucha de las personas con discapacidad reza: “Nada sobre nosotros sin nosotros”. En el espíritu de estos dos mensajes agradecemos de todo corazón a las y los colaboradores de este proyecto, que ofrecieron sus puntos de vista como académicos y activistas de y desde la región. Y rendimos homenaje a los caídos, los heridos, los prisioneros políticos y las personas que siguen luchando. Dedicamos esta obra a ellos y a quienes han sacrificado sus vidas por pan, justicia y dignidad.

SOBRE LAS AUTORAS

Miriyam Aouragh es una antropóloga de origen neerlandés-marroquí. Es catedrática del Instituto de Investigación en Comunicación y Medios de la Universidad de Westminster. Es autora del libro Palestine Online y de la obra de próxima publicación Mediating the Mahkzan. Su investigación y sus escritos se centran en la guerra cibernética, la política digital de base y las (contra) revoluciones.

Hamza Hamouchene es un activista e investigador argelino radicado en Londres, es comentarista político y miembro fundador de Algeria Solidarity Campaign (ASC), Environmental Justica North Africa (EJNA) y la Red para la Soberanía Alimentaria del Norte de África (NASF). Actualmente es coordinador del programa de África del Norte del Transnational Institute (TNI).

RECONOCIMIENTO

Ilustraciones de Fourate Chahal El Rekaby

Patrocinado por Rosa Luxemburg Stiftung con fondos del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de la República Federal de Alemania. Esta publicación o partes de ella pueden ser citadas por otros de forma gratuita siempre que proporcionen una referencia adecuada a la publicación original.

Descargo de responsabilidad: El contenido de la publicación es responsabilidad exclusiva de los autores y no refleja necesariamente una posición de RLS

El asesinato de Khaled Mohamed Saeed en manos de la policía egipcia y la indignación que provocó contribuyeron al creciente descontento en las semanas anteriores a la Revolución egipcia de 2011.

Gdeim Izik fue un campamento de protesta en el Sáhara Occidental establecido el 9 de octubre de 2010 y que se mantuvo hasta noviembre de ese año. Si bien las protestas fueron inicialmente pacíficas, posteriormente estuvieron marcadas por enfrentamientos entre civiles saharauis y fuerzas de seguridad marroquíes. Algunos se han referido a las protestas como la Tercera Intifada saharaui, tras la primera (1999-2004) y la segunda (2005). El académico y activista político Noam Chomsky ha sugerido que el campamento de protesta Gdeim Izik, que duró un mes, constituyó el comienzo de la Primavera Árabe.

El término “Primavera Árabe” es una alusión a las Revoluciones de 1848, en ocasiones denominadas “Primavera de los Pueblos”, y a la Primavera de Praga en 1968, así como a los levantamientos que tuvieron lugar en Europa Central y Europa del Este en 1989. El término fue acuñado y promovido por los medios de comunicación y comentaristas de Occidente y ha sido criticado por algunos académicos por considerarlo parte de la estrategia de Estados Unidos de controlar los objetivos y metas del movimiento y dirigirlo hacia una democracia liberal al estilo occidental. Sin embargo, es importante reconocer algunos usos positivos del término Primavera Árabe y cómo establece un vínculo con levantamientos históricos anteriores en la región, como la Primavera bereber de 1980 en Argelia y la Primavera de Damasco de 2000.

Said, E. (1984) ‘Permission to narrate’, Journal of Palestine Studies 13(3): 27–48.

Bayat, A (2017) Revolution without Revolutionaries: Making sense of the Arab Spring. Stanford: Stanford University Press. Véase también: Traboulsi, F (2014) Revolutions without Revolutionaries. Beirut: Reyad El-Rayyes Books.

6 Señalamos brevemente las diversas formas en que los autores del presente informe se refieren a la región en la que se centra este proyecto. Algunos utilizan “Oriente Medio” u “Oriente Medio y África del Norte”. Otros se refieren a la “región árabe” o el “mundo árabe”, mientras que otros autores optan por términos menos utilizados como “África del Norte y Asia Occidental” o “Asia Occidental y África del Norte”. Nuestro punto de vista es que si nos comprometemos a promover narrativas contrahegemónicas que cuestionen las estructuras de poder y a descolonizar conceptos y nombres, resulta más adecuado cuestionar la designación colonial de “Oriente Medio” –un constructo de Occidente, diseñado en oposición a él; parte del legado del orientalismo de crear un “otro”. Entendemos el uso de “región árabe”, pero sin sus connotaciones étnicas. Reconocemos que esta denominación puede suscitar sentimientos de exclusión y opresión en algunas personas. Ningún nombre es perfecto y cada uno tiene sus propias limitaciones. En nuestra opinión, sin intentar eliminar los ricos legados culturales y políticos de nuestra región, una referencia basada en una identificación geográfica, como África del Norte y Asia Occidental, es una descripción más adecuada.