Realidades feministas

Transformar la democracia en tiempos de crisis

Tithi Bhattacharya, Awino Okech, Khara Jabola-Carolus, Laura Roth y Felogene Anumo

Traducción al español: Christine Lewis

Nuestro webinario Realidades feministas, transformar la democracia en tiempos de crisis, analizó los modos en que la pandemia se entrecruza con el patriarcado, el poder corporativo y una división mundial del trabajo racializada y de género. ¿Puede esta crisis brindar una oportunidad para reorganizar y desplazar el poder, con el fin de construir sistemas democráticos radicales que cuiden de verdad del medioambiente y nuestro bienestar colectivo?

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Tithi Bhattacharya

Tithi Bhattacharya profesora asociada de historia, directora de estudios globales en la Universidad Purdue y coautora del Manifiesto de un feminismo para el 99%,inició el debate compartiendo dos imágenes elocuentes de la crisis: la primera, es la imagen de agricultores palestinos que dejan hortalizas al borde de la carretera para las personas que padecen hambre; y la segunda, es una imagen de la policía india rociando a trabajadores inmigrantes con lejía. Estas imágenes, que encarnan dos formas de respuesta, representan a personas corrientes que participan en actividades necesarias para su supervivencia y los modos carcelarios en que los Gobiernos y Estados intentan gestionar la pandemia.

El capitalismo –en particular, la agricultura industrializada que contribuyó a originar la COVID19– es responsable de provocar esta crisis, un sistema cuya respuesta es priorizar los beneficios sobre la vida, mientras sigue dependiendo, a su pesar, de los procesos y las instituciones que crean vida. El capitalismo depende de los trabajadores para producir mercancías que se venden para generar beneficios y, por tanto, solo puede sobrevivir si las vidas de las y los trabajadores se reproducen de manera continua y segura, y se reemplazan de generación en generación. Los alimentos, la vivienda, la educación y el transporte públicos, y los hospitales son componentes de la creación de vida que reproducen socialmente a los trabajadores y sus familias. El acceso a estos procesos determina a menudo el destino de los trabajadores en su conjunto, mientras que son las mujeres las que siguen realizando la mayor parte del trabajo de dar vida. A pesar de que depende de la vida, el capitalismo es reacio a utilizar parte de sus beneficios en lo que la sostiene y mantiene. El trabajo de cuidados está infravalorado, mal remunerado o directamente no remunerado, mientras la enseñanza y los hospitales se privatizan o se les retira los fondos.

Nuestro mundo antes de la COVID 19 ya estaba devastado en lo que se refiere al género. Las mujeres siguen realizando la mayor parte del trabajo de cuidados en el hogar; su trabajo no remunerado está valorado mundialmente en diez billones de dólares. Las profesiones que encarnan el espíritu del trabajo de cuidados –que incluye la enseñanza y la enfermería– dan trabajo a muchas mujeres y proporcionan servicios e infraestructuras que son esenciales no solo para la reproducción de la vida, sino también para la construcción de las capacidades y cualidades fundamentales para la condición humana.

La COVID19 azotó a un mundo con sueldos desiguales, mano de obra no valorada y una violencia de género extrema. Mientras se creaban hospitales de campaña para cuidar de las personas enfermas, las leyes de inmigración draconianas se relajaban temporalmente y se requisaban hoteles para alojar a las personas sin hogar, los Gobiernos del mundo reaccionaron al virus solo cuando resultó imposible controlar su propagación por medio de infraestructuras médicas. Después de ignorar durante años las advertencias científicas sobre el riesgo de una pandemia, los Estados del mundo, con ayuda de las grandes farmacéuticas, concentraron sus esfuerzos en construir sistemas sanitarios con ánimo de lucro. En los Estados Unidos, las estadísticas de 2,7 camas hospitalarias cada 1 000 personas y 120 armas cada 100 civiles demuestran con claridad cuáles son las prioridades.

Esta crisis ha revelado lo que las feministas han sabido desde siempre: que los cuidados que crean vida, que están principalmente a cargo de las mujeres (lo que incluye la producción de alimentos, la crianza, la limpieza y la educación), son los que sostienen a la sociedad y posibilitan que se realicen otros trabajos. Sin embargo, en los Estados Unidos, las mujeres representan el 60 % de las personas despedidas durante la pandemia y los enfermeros han tenido que trabajar con bolsas de basura y gafas de natación para protegerse. Asimismo, el índice de mortalidad es desproporcionalmente más elevado entre las personas de color. La violencia doméstica está aumentando en todo el mundo porque las mujeres tienen que permanecer en hogares en los que sufren abusos por parte de sus parejas u otros miembros de la familia, y a las mujeres inmigrantes se les traslada en avión para trabajar en fincas agrícolas en Italia, donde no se respeta el distanciamiento social. La reciente apertura de la economía ha provocado la lucha entre la vida y el sustento. En los Estados Unidos, los trabajadores tienen que decidir si tienen los recursos suficientes para quedarse seguros en su casa y arriesgarse a perder su trabajo y con él la cobertura sanitaria.

Como feministas debemos combatir la vuelta a la normalidad del capitalismo. Las maneras de lograrlo y trastocar la dinámica de priorizar el beneficio frente a la reproducción de la vida se hacen evidentes en las redes de ayuda mutua y solidaridad creadas por personas corrientes. El bienestar de la mayoría por encima de la prosperidad de la minoría debe ser una prioridad que supere el impulso ciego del ánimo de lucro que provoca la devastación ecológica y la violencia de género.


Awino Okech

Awino Okech profesora del centro de estudios de género en la escuela de estudios orientales y africanos de la universidad de Londres, presentó su perspectiva de cómo el ascenso y el choque entre el fascismo, el fundamentalismo y el capitalismo han limitado y predeterminado nuestras prácticas democráticas y de gobernanza.

Como bien sabemos, la pandemia ha expuesto drásticamente las desigualdades avaladas por la lógica racializada aplicada a la clase y al género. La historia del robo de vidas y el saqueo de países mediante los procesos económicos son ahora evidentes en todo el mundo, y nos enfrentamos a un desafío singular sobre las maneras en las que se estructuran nuestras sociedades. En el Norte global, estas realidades se han hecho más evidentes en los últimos cinco años debido a la manifiesta movilización y llegada al poder de movimientos racistas en Europa, los Estados Unidos y algunas partes de América Latina. En el Sur global, sobre todo en el continente africano, se sabe desde hace mucho tiempo que ciertos Gobiernos son sostenidos por una élite política internacional. Esto se nos vende bajo el pretexto de prevenir el terrorismo, gestionar la migración y la necesidad de aumentar la seguridad de países y fronteras, con el fin de impedir el movimiento de personas de África a Europa. Este discurso en torno al terrorismo y países estables y seguros es avalado por el deseo de las élites políticas local e internacional de mantener mecanismos de gobernanza en beneficio propio y no de la gran mayoría de la población. Por este motivo, votar se ha convertido en un ejercicio cívico degradado como consecuencia de las decisiones adoptadas por parlamentos condicionados en gran medida por otros actores como el capital, tanto estatal como privado e internacional. Sabemos ahora que la empresa británica de asesoramiento político, Cambridge Analytica, intervino en diversos procesos electorales y que los datos que cedemos voluntariamente a las populares plataformas tecnológicas se manipulan y movilizan en interés del capital mundial y las élites local e internacional. Renegociar el contrato social a través de la democracia y las elecciones ya no funciona para la gran mayoría.

En África –en particular Sudán, Burkina Faso y Egipto– se ha hecho evidente que la población se está alzando porque no está dispuesta a permitir que la farsa de las elecciones sea el mecanismo principal que determine sus futuros y realidades. La ira que estamos observando en el Norte global en torno a los mecanismos de gobernanza y las ideas sobre la democratización, las elecciones y el voto se ha observado en otras partes del mundo desde hace muchos años; esta narrativa determina procesos no democráticos, lo que incluye ideas sobre deficiencias culturales y raciales. En medio de la pandemia de la COVID19, la población del Norte global sabe perfectamente que los gobernantes no responden a sus necesidades, sino a las del capital y las élites mundiales.

Las analistas y activistas feministas que observan estos cambios en el mundo se han percatado de que los temas de género y sexualidad son fundamentales para entender la organización y movilización de los movimientos fascistas. Observamos que ciertas narrativas en torno a la persecución y eliminación de los derechos queer y de las mujeres por parte de algunos Gobiernos son medidas oportunistas cuyo propósito es impedir los debates sobre la corrupción y el fraude electoral. Poner en el foco a las mujeres, a los defensores de los derechos humanos y a las personas queer forma parte del proceso por el cual los movimientos fascistas y los grupos de extrema derecha están repensando la naturaleza del Estado. Las ideas conservadoras y ultranacionalistas perseguidas por estos grupos se fundamentan y configuran en conceptos conservadores y binarios en torno al género y la sexualidad. Debemos, por tanto, replantear nuestro propio activismo con respecto a las maneras en las que las políticas queer y los derechos de las mujeres han sido incorporadas a las ideas nacionalistas más generales y volver a la idea feminista fundamental de que el género y la sexualidad son centrales para el funcionamiento de nuestras sociedades.

Gracias a la investigación de conflictos y a las publicaciones que tratan sobre la transformación de las sociedades en momentos de transición desde el conflicto hacia la paz, sabemos que estas situaciones proporcionan una pequeña oportunidad para transformar y reconfigurar el modo en que nuestras sociedades reflexionan sobre las ideas de género. ¿De qué modo investigadores, activistas y todas las personas interesadas en sociedades basadas en la libertad, la igualdad y la justicia podemos aprovechar esta oportunidad? En vez de trabajar en espacios aislados, debemos pensar de manera crítica en torno a la solidaridad transnacional y construir narrativas más fuertes, y dirigir nuestro activismo en el Sur global de modo que contextualice un discurso central de cambio, transformación, justicia y libertad.


Khara Jabola-Carolus

Khara Jabola-Carolus es directora ejecutiva de la comisión que estudia la situación de la mujer en el Estado de Hawaii (HSCSW), cofundadora de la asociación de feministas que combaten el fascismo, el imperialismo, el feudalismo moderno y la exclusión, y autora del plan de Hawaii para la recuperación económica feminista frente a la COVID19. Su presentación giró en torno la eficacia de trabajar en el estado para transformar la democracia desde el Gobierno.

En Hawaii, un estado colonial con una larga historia de enfermedades infecciosas con impactos devastadores, las mujeres indígenas han sido siempre las más afectadas. Hawaii se ha vuelto inhabitable en la actualidad gracias a los saqueos producidos por el turismo, la construcción de viviendas de lujo y el militarismo, elementos que definen su economía. La mayoría de los estados de los Estados Unidos cuenta con una comisión que estudia la situación de la mujer, una herramienta creada por las feministas en la década de 1960 para ayudar a promover el movimiento. El carácter feminista de estas comisiones depende de las políticas implementadas y las leyes que las rigen. La HSCSW es la primera y más antigua comisión de los Estados Unidos con mandato para participar en política y vigilar la situación de las mujeres. Con la intención de vincular a investigadores con la teoría de la construcción comunitaria, la comisión actúa como el principal asesor de políticas para representantes políticos y gobernantes, además de fomentar una relación de confianza con las activistas feministas y las mujeres del estado.

Somos todos testigos del ascenso mundial del fascismo y, especialmente en Hawaii, la clase política se percibe como un gigante del capitalismo que ejerce presión para volver cuanto antes a la vieja normalidad. A fin de intentar contrarrestar esto, la HSCSW ha creado un proceso comunitario participativo que agrupa a las mujeres colonizadas, indígenas y transnacionales más afectadas que encuentran pocas respuestas en el feminismo occidental y las soluciones graduales. El grupo tiene un entendimiento común del trauma de la colonización occidental y cómo la pandemia y sus consecuencias para la comunidad se remontan a la colonización occidental, la pérdida de tierras y su valor, y la concepción de las mujeres como mercancía mundial.


Laura Roth

Laura Roth profesora de filosofía jurídica y política en la Universitat Oberta de Catalunya, Barcelona, miembro del Minim Municipalist Observatory y coautora del informe sobre prácticas,  , habló sobre las posibilidades radicales de la democracia feminista, la cooperación política y la gobernanza.

Las prácticas de esta índole tienen lugar en muchas ciudades y localidades de distintos continentes y cambian el centro de atención estratégico desde los Estados hacia la política local, no solo para encontrar respuestas a la crisis sino también a cuestiones sistémicas más profundas. Los movimientos municipalista y feminista son claves para lograr un cambio a escala mundial, puesto que ambos pretenden tanto modificar la estructura de la política e influir en las políticas.

Las respuestas a la pandemia a escala mundial muestran una tendencia hacia la centralización, los procesos descendentes de toma de decisiones y los discursos militarizados. Muchas de nuestras respuestas proponen descentralizar y compartir el poder con las comunidades y los movimientos sociales. Sin embargo, en tiempos de crisis, el miedo hace que las personas estén más dispuestas a renunciar a sus libertades y se preocupen menos por quién toma las decisiones. Observamos que las respuestas comunitarias se multiplican en muchos países y que los Gobiernos locales se ocupan de los impactos y consecuencias más prácticos y complejos para las personas más vulnerables.

Aunque tiene significados distintos, el municipalismo no propone simplemente más autonomía para las ciudades y localidades con el fin de decidir lo que es mejor para ellas, sino que es una estrategia política que pretende construir poder ascendente y posibilitar la colaboración entre los movimientos sociales, las comunidades y los Gobiernos locales. En España, el municipalismo implantado por muchas ciudades en 2015 no solo se conectó con las nuevas políticas feministas más democráticas, sino también con el deseo de cambiar los procesos políticos, vinculándose al movimiento en contra de la austeridad. Observamos una incapacidad de la política representativa tradicional para incluir a la población mientras, lamentablemente, el populismo de la derecha es capaz de movilizarla. ¿Cómo podemos abordar este problema y lograr que la población vuelva a participar en la política?

El feminismo y el municipalismo se centran en construir poder ascendente en vez de confiar en las estructuras vigentes que reproducen los privilegios existentes. Ambos movimientos tratan a las personas como sujetos y no objetos de la política, y reconocen la complejidad de los temas que plantea esta crisis, no simplemente como asuntos de políticas concretas o respuestas económicas. En la práctica, debemos pensar cómo podemos implementar nuevas estructuras políticas. Minim Municipalist Observatory ha recopilado y publicado una serie de informes sobre las prácticas y discusiones que están teniendo lugar sobre el terreno. Los temas clave de la igualdad de género incluyen no solo aumentar la participación de las mujeres en política, sino también compartir las responsabilidades en términos de visibilidad y liderazgo colectivo. Es importante tener en cuenta cómo hablamos de los temas en política y alejarnos de los discursos de confrontación para acercarnos a debates colectivos que se parezcan más a cómo las comunidades hablan y abordan sus temas. El trabajo en torno a la democracia participativa tiene lugar en muchos ámbitos con el propósito de implementar la toma de decisiones horizontal y crear estructuras que incentiven la descentralización y generen maneras diversas de que la población participe en la política, eliminando los mecanismos que tienden a favorecer los privilegios.

Un tema central de la política feminista es priorizar los cuidados en nuestras prácticas. No se trata solo de considerar como asunto público el trabajo de cuidados que ya se está realizando, con una distribución más igualitaria de las responsabilidades, sino también de que los cuidados formen parte de los discursos y prácticas de las relaciones políticas.


Felogene Anumo

Felogene Anumo de Building Feminist Economics y la Asociación para los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo (AWID) presentó la campaña de rescate feminista, #feministbailout, una idea que surgió en cuanto el alcance y la escala de la pandemia hicieron que las grandes empresas se alinearan estrechamente con las demandas de un rescate.

Un mensaje importante en este momento es el llamamiento para rescatar a las personas y no a las empresas. La campaña #feministbailout pretende interconectar las soluciones y propuestas feministas que centran la atención en las mujeres y las personas trans y de género diverso que apoyan la economía, como parte de una agenda de recuperación económica comprensiva y mundial. La campaña desarrolla las realidades feministas que ya existen en nuestros modos de vida y las luchas cotidianas de nuestras comunidades. Un plan de cocreación ha implicado la coordinación de una serie de acciones en inglés, francés y español con más de mil colectivos, organizaciones e individuos feministas internacionales, empezando por una manifestación virtual a principios de junio. Esta semana de acción conectó y amplificó los mensajes y campañas existentes en el marco del rescate feminista, incluyendo la justicia climática, la autonomía corporal, la gobernanza, el suministro de recursos y la justicia racial y económica. Demostrar nuestro poder colectivo es clave para aprovechar esta oportunidad y asegurar que nuestras demandas diversas se vean, se oigan y se atiendan mejor. La campaña pretende, primordialmente, construir y fortalecer la solidaridad transnacional y reformular las economías feministas como la solución, no como la alternativa.


Debate

Al discutir la relación entre los Estados y el capitalismo, Tithi habló de los orígenes del capitalismo en el Norte global. Es muy importante recordar que la financiación para desarrollar el centro industrial capitalista de Manchester, en el Reino Unido, procedió del comercio de esclavos, que no tenía en cuenta las vidas africanas robadas y las familias británicas que debían trabajar jornadas de 14 horas. El resultado fue un sistema con una visión cortoplacista que se centraba en el beneficio, pero que dependía también de las vidas de las y los trabajadores. A medida que los Estados intervenían para regular las ganancias y asegurar su incremento, se eliminaron las funciones de reproducción social, como la financiación pública de la salud, mientras aumentaban las funciones carcelarias del Estado. Se reforzaron las fronteras para impedir el ingreso de inmigrantes y aumentó la violencia policial. Al desempeñar una doble función dentro del sistema, el capitalismo trata de garantizar la reproducción de la vida de forma desproporcionada, a la vez que militariza y certifica la muerte de la misma manera, valorando la vida solo para incrementar sus ganancias mientras refuerza las familias heteronormativas y la lógica social racializada. Hasta que no logremos la sociedad socialista ideal, debemos presionar al Estado para que priorice la vida frente al lucro, financiando más hospitales y escuelas en vez de cárceles y gravando debidamente las grandes empresas. El trabajo sobre el terreno por parte de los movimientos en favor de las personas excluidas es esencial para cambiar las prioridades de los Estados.

En su intervención final, Awino habló específicamente de una mayor solidaridad y cómo podemos apoyar el verdadero internacionalismo y coordinar los movimientos anticapitalistas, antirracistas y antihomófobos. La financiación con fines feministas, en particular, es menor para proyectos y programas, y se destina más al apoyo estratégico iniciativas sobre el terreno. Esto representa un distanciamiento fundamental de las ideas feministas que posicionan a la población del Norte global que accede a financiamiento como el factor determinante de las agendas e iniciativas de otras partes del mundo. La manera en la que padecemos la COVID19 y otras desigualdades estructurales que precedieron este momento no es igual para todas las personas, de modo que actuar como un aliado mientras se reconoce que los privilegios y la posición afectan nuestras conversaciones es un gran paso adelante. La organización autónoma es fundamental para permitir a las personas reagruparse, sanar y cuidarse, y se ha fortalecido en este momento en las formas en las que las comunidades han respondido a las iniciativas de financiación, a los cuidados y a los apoyos. La construcción de una solidaridad internacional real significa alejarse de las ideas generalizadas sobre el capitalismo y la supremacía blanca. Mientras se cierran las fronteras, hay muchos ejemplos de cómo los activistas han podido trabajar a distancia, ofreciendo la oportunidad de construir movimientos fuera de la agenda de desarrollo y la lógica de las ONG.

Khara señaló las múltiples formas en las que podemos propiciar el cambio cultural, a pesar de las diferencias nacionales y políticas. La defensa de cambios legislativos puede sentar las pautas y enviar un mensaje claro desde el Gobierno mientras se resalta que la educación comunitaria permite a la población reconocer la desigualdad de género. Debemos educar de una manera que esté vinculada con la empatía y la tradición oral, con el fin de propiciar estos métodos y crear las condiciones que ayuden a comprender la condición de las mujeres, la femme que se identifica como tal y las personas no binarias.

Laura cerró el webinario, realzando la importancia de dar voz y confianza a la población para que puedan realizar el cambio por sí mismos, y propiciar el aprendizaje mediante el empoderamiento de las personas para que participen en procesos y asuman su responsabilidad. Se puede desarrollar una cultura más democrática si se implementa y experimenta la democracia en la práctica. Cambiar la política a escala local es un modo poderoso para que las personas participen de manera significativa en la práctica real de la democracia vinculada con su vida y experiencias.

SOBRE EL AUTOR

Kristie Crail

Kirstie Crail es una escritora y editora independiente que trabaja desde Ámsterdam en el sector cultural y de las organizaciones sin ánimo de lucro.
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Traducción al español: Christine Lewis