La revuelta siria y la política del pan

Yasser Munif

Print Friendly, PDF & Email

En agosto de 2012, aviones de combate sirios lanzaron dos ataques contra más de 10 panaderías en Alepo y las zonas aledañas, provocando la muerte de 60 personas en uno de los ataques y 21 en el otro. Estos terribles ataques contra civiles que hacían cola para comprar pan ocurrieron unas semanas después de que las fuerzas rebeldes liberaran el este de Alepo. En el período anterior a los ataques, el combate por el control de Alepo entre el Ejército Libre Sirio y las fuerzas del Gobierno había provocado una grave escasez de harina, por lo que la mayoría de las panaderías debieron cerrar. Las largas colas para comprar pan en las panaderías que aún estaban abiertas las volvió blancos fáciles de ataques para el régimen de Bashar al Asad1.

El uso del pan como arma ha sido una estrategia militar fundamental del régimen de Asad durante la revuelta de Siria (de 2011 a la actualidad). El presente artículo analiza al pan como mercancía fundamental en épocas de guerra y paz, y como herramienta política del régimen. Comienza con un análisis general de la reforma agraria que implementaron los sucesivos regímenes de 1963 a 2000 y que es –y sigue siendo– uno de los pilares principales de la política de pan2 del partido Baaz3. La segunda parte del artículo explora cómo el régimen utilizó el pan como instrumento para lograr estabilidad política, mediante la construcción de una amplia red burocrática en torno a la producción de pan en el campo. Por último, la tercera parte del artículo examina la utilización del pan como arma por parte del régimen de Asad durante la revuelta de 2011 al día de hoy y la resistencia popular rebelde, tomando a Manbij, en el norte de Siria, como un estudio de caso.

La reforma agraria como herramienta de control

El objetivo principal del partido Baaz en la década de 1960 era debilitar a la clase feudal poderosa y ayudar a los campesinos de Siria a apropiarse de la tierra. Para ello, aplicó una política de reforma agraria para crear una base fiel en el campo. Mediante la reforma, el partido intentó crear redes económicas, políticas y burocráticas complejas que ejercerían control sobre el campesinado sirio. De ese modo continuaba con una política que había comenzado durante la unión política entre Siria y Egipto, la República Árabe Unida (1958-1961), bajo el liderazgo de Gamal Abdel Nasser. Durante esa breve República, Nasser había forjado una alianza con las clases capitalistas sirias, a las que consideraba esenciales para el éxito de su proyecto desarrollista. Su determinación de destruir a la clase feudal lo llevó a implementar una reforma agraria exhaustiva. Su objetivo era poner fin a la dependencia de los industriales de la poderosa oligarquía terrateniente, que a su vez lo ayudaría a construir un sector industrial en Siria. Nasser implementó nuevas leyes para regular todos los aspectos de las vidas de los campesinos. Esas leyes fijaban un salario mínimo y establecían mejores condiciones de trabajo. Además, Nasser dispuso que para 1960 todos los campesinos debían afiliarse a un sindicato. Sin embargo, los sindicalistas tenían prohibido participar en actividades que pudieran interpretarse como políticas y se les denegaba el derecho de huelga o de manifestarse. Al regular la vida de los campesinos, el régimen de Nasser intentó restringir su poder político; y al debilitar a los grandes terratenientes, apropiarse de sus tierras y distribuirla a los campesinos pobres, Nasser comenzó una integración gradual de las regiones rurales de Siria en el circuito capitalista. El proyecto desarrollista requería que los campesinos apoyaran a la coalición de Gobierno, y la reforma agraria fue la herramienta para lograrlo.

Cuando el partido Baaz tomó el poder en 1963, implementó rápidamente una reforma agraria más profunda que la iniciada por Nasser. Distribuyó pequeñas extensiones de tierra y creó explotaciones agrícolas estatales en las que trabajaban miles de campesinos sin tierra y pequeños terratenientes. Los ideólogos del partido Baaz consideraban la reforma agraria principalmente como una herramienta política, no un objetivo económico: la finalidad principal de la reforma era generar el capital necesario para la industrialización, en lugar de construir comunidades rurales fieles al nuevo régimen de Baaz.

El neo baazismo, que gobernó siria de 1966 a 1970, representaba al sector más radical del partido. Fijó los precios de los granos y comenzó a comprar la producción de los campesinos. Estas políticas debilitaron el poder de los comerciantes de Alepo y Damasco, muchos de los cuales habían adoptado anteriormente la práctica de acumular granos para provocar escasez y, de ese modo, inflar los precios. El partido Baaz aumentó aún más su control de las regiones rurales al ampliar la red del Banco Cooperativo Agrícola. Creó nuevas sucursales del banco en diferentes regiones, incluidas las partes más aisladas del país. El banco era vital para los campesinos que necesitaban obtener crédito para adquirir granos, fertilizantes y combustible para maquinaria, etcétera. Con el fin de evitar la creación de movimientos sociales independientes, el régimen también fundó la Unión General de Campesinos en 19644. El sindicato estaba encabezado por miembros fieles al partido Baaz y era administrado como una organización jerárquica que no tenía en cuenta la opinión de los afiliados. La Unión era una herramienta eficaz para ampliar el alcance del Estado, limitar la autonomía de los campesinos y vigilar de cerca su actividad política. Es así que los campesinos fueron liberados de la hegemonía de la clase feudal para ser sometidos a la burocracia emergente del Estado baazista déspota, mediante la cual se procuraba controlar la agricultura. En 1965, el Estado controlaba la mayoría de los sectores industriales estratégicos, por lo que el poder económico de las clases ricas se vio debilitado.

Cuando Háfez al Asad tomó el poder en 1970, encarceló a los líderes neo baazistas y liberalizó progresivamente la economía, alcanzando un acuerdo con el sector privado en detrimento de los campesinos y las clases trabajadoras. No obstante, Asad siguió los pasos de Nasser al reforzar el control estatal de las zonas rurales. Si bien el Estado era propietario de apenas una pequeña extensión de tierra, controlaba la actividad agrícola a través del sistema de crédito, la distribución de semillas y la compra de la producción de granos. El principal objetivo de estas medidas era crear redes fieles al régimen en el campo, donde, a pesar de reformas anteriores, la oligarquía terrateniente aún tenía influencia. A través de estas medidas, el régimen de Asad construyó un sistema clientelista en el cual únicamente se recompensaba la lealtad a Háfez al Asad (y posteriormente a su hijo, Bashar). Los burócratas utilizaron su poder institucional para lucrar con el sistema corrupto, enriqueciéndose mediante el arrendamiento de tierras estatales por fuera de las vías institucionales y confiscando tierras tribales. Estas prácticas reproducían algunos aspectos del sistema feudal que la reforma agraria se suponía que debía destruir.

Estas medidas desencadenaron una reacción. Se intensificó el antagonismo entre, por un lado, los antiguos oligarcas feudales, los comerciantes suníes y las clases urbanas pobres; y, por otro, los beneficiarios de la reforma agraria y los advenedizos alauitas. Hubo estallidos de violencia en Hama y Alepo a mediados de la década de 1970. La Hermandad Musulmana emprendió una campaña de asesinatos contra funcionarios alauitas y personas fieles al régimen, que culminó con la muerte de varias decenas de cadetes en la Escuela de Artillería de Alepo en 1979. En ese momento, a principios de la década de 1980, los aparatos militar y de seguridad cometieron masacres espantosas en Hama y Alepo, en las que asesinaron a 20.000 personas, reprimiendo la oposición al régimen, que estaba integrada en parte por la burguesía urbana degradada.

A mediados de la década de 1980, Háfez al Asad había neutralizado a sus enemigos políticos más peligrosos y creía que era el momento adecuado para disminuir la tensión económica con la burguesía siria. Asad intentó aplicar una nueva política de privatización, que consideró necesaria debido a que el Gobierno no contaba con los medios para financiar más explotaciones agrícolas estatales o mantener las existentes. Posteriormente, en 2000, el régimen puso fin a la propiedad colectiva de la tierra y devolvió muchas fincas a sus antiguos propietarios. Es así que en menos de 20 años, el régimen revirtió la reforma agraria de la década de 1960, reemplazándola con un acuerdo cruel que benefició principalmente a las clases media y alta.

La construcción del poder burocrático y la creación de infraestructura

El principal objetivo de la reforma agraria del régimen del partido Baaz fue mantener la seguridad alimentaria, que era fundamental para asegurar su estabilidad. En la década de 1970, al régimen de Háfez al Asad le preocupaba que Occidente utilizara los alimentos como arma en su contra, mediante la imposición de un embargo a los granos. A través de la reforma agraria, que fue una plataforma fundamental en su programa desarrollista para evitar la dependencia económica de Occidente, el régimen intentó asegurar que Siria pudiera producir suficiente trigo para el consumo interno5. Este programa económico inicialmente ayudó al régimen a mantener los productos básicos a un bajo costo y evitar rebeliones relacionadas con los alimentos, que habían sido frecuentes en Oriente Medio. De ese modo Siria se volvió progresivamente autosuficiente en la producción de trigo, disminuyendo su dependencia de las importaciones.

Como parte de este proceso, el régimen de Háfez al Asad implementó cambios en diferentes partes de la cadena de producción a fin de disminuir el costo del pan para los consumidores. El Estado utilizó múltiples estrategias para alentar a los productores agrícolas a cultivar trigo, incluido mediante la ampliación del riego, el subsidio de semillas y fertilizantes, la compra de la producción campesina a un costo fijo y al alentar a los productores de algodón a que produjeran trigo.

En cuanto al riego, el Estado sirio se embarcó en un programa hidrológico ambicioso, que implicaba la construcción de represas en todo el país: en 1963, cuando el partido Baaz asumió el poder, no había represas en Siria, pero en 2001 el país contaba con un total de 160. Estas represas proporcionaban irrigación para la agricultura, algunas suministraban agua a hogares y otras se utilizaban para generar electricidad. La construcción de represas y estructuras hidráulicas era parte del proceso de construcción de la nación siria poscolonial. Pero estos proyectos verticales y costosos a menudo provocaron el desplazamiento de poblaciones y la destrucción del tejido social. Aumentaron el alcance del Estado, destruyeron redes locales de ayuda mutua y las reemplazaron por un sistema de mecenazgo del partido Baaz.

La excavación de pozos también formó parte del impulso de irrigación del régimen. Durante la segunda fase de liberalización a mediados de la década de 19806, se eliminaron todas las restricciones a la construcción de pozos y su número se duplicó en tan solo unos años. El mismo fenómeno ocurrió en 2000, cuando Bashar al Asad inició la tercera fase de liberalización. Además de sus impactos ecológicos devastadores7, la cantidad de agua que suministraban los pozos era insuficiente para contrarrestar los efectos de las sequías. La sequía más perjudicial en los últimos años, que duró de 2006 a 2009, tuvo impactos devastadores, provocando la pérdida de 800.000 empleos y, a su vez, causó el desplazamiento interno masivo de pequeños propietarios, trabajadores agrícolas y aparceros, muchos de los cuales se mudaron a viviendas y asentamientos informales en la periferia de Damasco, Alepo y otras ciudades, donde se sumaron al ejército de reserva laboral desechable de las grandes zonas urbanas.

Este desplazamiento masivo de la población debido a las sequías se sumó a la liberalización económica iniciada por Háfez al Asad a finales de la década de 1980 (acelerada por su hijo Bashar a comienzos de la década de 2000), que provocó un aumento de los precios de los productos básicos. Esta intensificación de la lógica capitalista a partir de la década de 1980 expulsó a un número cada vez mayor de campesinos de sus tierras y los obligó a convertirse en mano de obra barata y explotable en las zonas urbanas. Como consecuencia de estos efectos, los mismos campesinos que en un momento habían formado una base de apoyo fiel al partido Baaz en las décadas de 1970 y 1980 progresivamente se convirtieron en víctimas de la liberalización económica y de las severas sequías de las décadas de 1990 y 2000. Es así que se revirtió la reforma agraria, mediante la cual los campesinos habían obtenido un mayor poder frente a los terratenientes, y se convirtieron en una clase a la que se pretendía sofocar, en lugar de ganar su apoyo8.

Por lo tanto, mientras que a mediados de la década de 1990 el régimen había logrado su objetivo de producir suficiente trigo para el consumo interno, ello tuvo costos económicos y ambientales elevados.

La utilización del pan como arma y la resistencia popular

La política del pan del régimen de Asad se transformó drásticamente cuando estalló la revuelta de 2011. En las zonas bajo su control, el régimen mantuvo sus redes burocráticas y de infraestructura, en la medida de lo posible. Sin embargo, uno de los principales desafíos que afrontó fue la pérdida de las regiones del norte del país, donde se produce entre el 70 y el 80 por ciento del trigo de Siria. En 2014, la tierra cultivable había disminuido de 1,7 millones a 1,2 millones de hectáreas debido a la guerra. En ese mismo año, la producción de trigo en Siria registró su peor rendimiento en los últimos años: cayó por debajo del umbral de 3 millones de toneladas, algo que solo había ocurrido dos veces desde 1995, cuando se logró la autosuficiencia. En 2012, el país se vio obligado a importar en promedio 100.000 toneladas de trigo al mes9. El impacto combinado de estos acontecimientos dio lugar a un fuerte aumento del precio del pan en las zonas controladas por el régimen.

En 2015, el régimen de Asad anunció que centraría sus esfuerzos en la “parte útil de Siria” –el territorio que el régimen considera fundamental para su supervivencia, que incluye Alepo y Damasco, además de las zonas costeras entre ambas ciudades. El norte de Siria está fuera del perímetro “útil” de Siria, por lo que el régimen estaba dispuesto a convertir a los territorios agrícolas de esa zona en blancos “legítimos”. Como parte de esta estrategia, el régimen quemaba frecuentemente la producción de trigo en zonas controladas por la oposición y utilizaba el pan como arma contra la población. El régimen atacó el depósito de alimentos de Rashidiya, en el noreste del país, y comenzó a bombardear a las personas que hacían cola para comprar pan. Al mismo tiempo, el ejército sirio sitió barrios y ciudades controladas por la oposición, impidiéndoles abastecerse. Es decir que se utilizó el hambre como táctica de guerra. El trigo, que se había utilizado para pacificar a la población en los decenios anteriores a la revuelta, se convirtió en un arma de destrucción masiva a partir de 2011 en las zonas liberadas por la oposición. Cabe destacar que, durante la revuelta, el régimen también intentó transferir grandes cantidades de trigo de las áreas controladas por la oposición a las áreas controladas por el régimen, al ofrecer a los campesinos productores de trigo un precio atractivo por sus cultivos, mediante una línea de crédito facilitada por el Gobierno iraní.

 En la sección siguiente, se examina un estudio de caso para ilustrar la estrategia de guerra del régimen de utilizar el pan como arma en regiones liberadas, y la resistencia popular y revolucionaria que suscitó. Se describen algunos momentos importantes en el ciclo del pan (que comienza con la producción, pasa por la distribución y finaliza con el consumo del pan) en Manbij, una ciudad de 200.000 habitantes en el norte de Siria.

A partir de 2011 y durante casi un año, hubo protestas y acciones pacíficas creativas organizadas por grupos barriales en Manbij, que culminaron con la retirada de la ciudad de las fuerzas policiales y de seguridad en julio de 2012, cuando Manbij fue liberada pacíficamente. Tras la liberación, esos grupos barriales formaron un consejo revolucionario y comenzaron a trabajar sin cesar para hacer que la ciudad fuera habitable, a pesar de la violencia que afrontaban debido a los ataques aéreos semanales perpetrados por la fuerza aérea siria. Durante este período, los habitantes de la ciudad reinventaron las instituciones de Manbij, construyeron nuevas instituciones desde abajo y propusieron ideas creativas para resolver sus múltiples problemas. El consejo revolucionario y grupos activistas de la ciudad también comenzaron un proceso de “desbaazificación”, mediante una combinación de conocimientos tradicionales y prácticas descolonizadoras. El sistema jurídico experimental instalado por la ciudad entre 2012 y 2013 fue un ejemplo de ello. Se basaba en la Ley unificada árabe, costumbres tribales, conocimientos vernáculos y artículos debatidos durante las reuniones mensuales de los miembros del consejo revolucionario. 

En los 18 meses que duró esta etapa revolucionaria (en enero de 2014 las fuerzas revolucionarias fueron expulsadas de la ciudad, tras la ocupación por el Estado Islámico –ISIS), se reconfiguró la geografía del pan en Manbij. Es esta reconfiguración la que se analiza en los párrafos siguientes.

La política del pan en Manbij no es necesariamente representativa de lo que ocurrió en otros lugares, pero brinda una perspectiva importante para entender el proceso revolucionario desde abajo durante la revuelta siria. Producir y distribuir pan fuera de las redes del régimen era una tarea extremadamente difícil, pero fundamental: a través de ella las personas amenazaban la imagen del régimen, que, como se mencionó anteriormente, había construido su legitimidad en torno a la producción de pan a bajo costo. La nueva geografía del pan en Manbij y otras zonas liberadas constituyó una amenaza existencial para el régimen, lo cual explica por qué este desató tanta violencia contra la producción, el almacenamiento y el consumo de trigo en las zonas liberadas.

Manbij alberga uno de los molinos de harina más grandes del norte de Siria, capaz de procesar hasta 450 toneladas de trigo al día, lo suficiente para alimentar a un millón de personas10. Esta cantidad excede las necesidades de Manbij y los alrededores. Tras la liberación de la ciudad en julio de 2012, la ciudad mantuvo una base fiel al régimen y este siguió proporcionando trigo a Manbij a través de su gran burocracia (durante este período inicial, aún tenía la esperanza de reconquistar rápidamente la ciudad). Si bien Manbij albergaba decenas de brigadas que luchaban contra el régimen, no contaba con los recursos para eliminar por completo la burocracia estatal arraigada de la ciudad. El consejo revolucionario inicialmente fue incapaz de obtener trigo a bajo costo de manera independiente, o de pagar los salarios de los trabajadores del molino de harina y de otros empleados públicos. Por lo tanto, se vio obligado a aceptar la ayuda del régimen y su presencia indirecta en la ciudad, lo que tenía consecuencias peligrosas. No obstante, el consejo revolucionario de la ciudad sabía que no podía seguir dependiendo de la red del régimen y que tarde o temprano debía generar soluciones alternativas. Es así que comenzó a negociar con ciudades vecinas, como Afrin y Raqqa, para construir una nueva geografía de solidaridad en torno al pan. El objetivo era distribuir trigo de manera equitativa entre las ciudades que participaban de la alianza y ayudar a las zonas que padecían escasez.

El nuevo circuito del trigo no siempre funcionaba bien debido a que los consejos revolucionarios de la región liberada, que incluían a Manbij, debían mantener un equilibrio sutil entre las demandas locales específicas y una estrategia regional difícil de implementar. Por ejemplo, el consejo local de Raqqa se negó a prestar a Manbij su equipamiento costoso para resolver un corte de electricidad, a pesar de la buena relación entre ambas ciudades. Raqqa temía que un grupo corrupto del Ejército Libre Sirio robara el equipamiento en un puesto de control ubicado entre ambas ciudades. El consejo revolucionario de Manbij respondió amenazando con cortar el suministro de agua y dejar de abastecer pan al campo en el oeste de Raqqa. Ello presionó a la ciudad vecina, que finalmente prestó su equipamiento a Manbij11.

Como demuestra este incidente, la escasez de recursos y la presencia de varios grupos militares con intereses divergentes dificultaron la cooperación entre consejos revolucionarios. Reemplazar las redes burocráticas del Gobierno mediante redes democráticas era una tarea compleja. No era fácil llevar la política revolucionaria de estas ciudades liberadas a escala regional. Muchas ciudades de la región funcionaron como ciudades-Estados durante este período: a pesar de su afinidad política e ideología común, se mostraban renuentes a compartir sus recursos vitales (incluido el trigo). Es así que acumularon excedente de granos, en lugar de compartirlos con otras ciudades que los necesitaban, por temor a la escasez de alimentos y la imposición de un sitio por parte del régimen. Manbij, al igual que otras ciudades liberadas, se dio cuenta de que deshacer décadas de burocracia asadista y crear una nueva sería un proceso laborioso.

Un desafío clave que afrontaban las fuerzas revolucionarias de Manbij estaba relacionado con la mano de obra del molino de harina de la ciudad. El director del molino junto con alrededor de 100 empleados permanecieron en la plantilla del régimen tras la liberación en julio de 2012, como parte de la estrategia del régimen de mantener el control de instituciones fundamentales de la ciudad. En 2013, el director y sus empleados amenazaron con renunciar, debido a las reiteradas disputas con diversos actores poderosos de la ciudad. Como consecuencia de ello, el consejo revolucionario creó un equipo de voluntarios encargado de observar de cerca las tareas de los técnicos e ingenieros y adquirir las competencias necesarias para operar el molino en forma independiente. De este modo, el consejo intentaba fortalecer la autonomía de la ciudad.

Otro desafío, más violento, que afrontó Manbij durante este período fueron los ataques deliberados contra las personas que hacían cola frente a las panaderías, como se mencionó al principio del artículo. En agosto de 2012, el régimen de Asad comenzó una campaña de ataques aéreos contra las panaderías de las ciudades liberadas. Las panaderías de Manbij eran blancos fáciles dado que eran pocas y se conocía bien su ubicación. Ante los ataques mortales y tras la deliberación de diversos actores de la ciudad, el consejo revolucionario decidió distribuir pan en diferentes barrios para evitar aglomeraciones frente a las panaderías. Contrató a un gran número de jóvenes que buscaban empleo y les asignó barrios diferentes para que distribuyeran el pan. A fin de evitar la venta de pan en el mercado negro a precios exorbitantes, el consejo realizó un censo del pan, que reunió datos sobre el número de familias que vivía en cada barrio y sus necesidades. A continuación, racionaron el pan en función de esos datos. Este enfoque permitió al consejo descentralizar la distribución del pan y, por lo tanto, poner fin a las esperas frente a las panaderías. Sin embargo, una de las deficiencias del censo fue que no tuvo en cuenta a los nuevos refugiados que no podían comprar pan subsidiado y se vieron obligados a comprar pan en el mercado negro al doble o tripe del precio subsidiado. Esta experiencia demuestra las dificultades de crear nuevas redes en las regiones liberadas.

Como se demostró en la sección anterior, los molinos y las panaderías eran instituciones fundamentales del régimen de Asad y lo siguieron siendo en las zonas liberadas después de 2011, dado que el pan es un producto esencial para los sirios ya que, en muchos casos, dependen de él para su supervivencia. Tras la liberación de Manbij, el consejo revolucionario determinó que el abastecimiento y la distribución del pan serían la prioridad principal. De hecho, el pan y la libertad son inseparables: para muchos sirios de nada sirve la liberación de la ciudad si las condiciones de vida empeoran como consecuencia de ella. El consejo revolucionario era plenamente consciente de que su éxito o fracaso dependían de si podía proporcionar pan al mismo precio que en otras regiones controladas por el régimen. Del mismo modo, el régimen entendió que la revolución fracasaría si no lograba proporcionar pan a bajo costo a las poblaciones de las zonas liberadas. En este contexto, el consejo revolucionario creó un comité especial para examinar los diferentes escenarios y proponer estrategias para ofrecer pan a bajo costo. Como se señaló anteriormente, a través del censo del pan se pudo resolver en gran medida el problema de la venta del pan en el mercado negro, pero había otros problemas insolubles relacionados con el suministro de pan. Un de ellos era la presencia de grandes números de brigadas militares (incluidas las formadas por familias y clanes poderosos), que consumían pan de la reserva de la ciudad, pero no todas luchaban contra el régimen. Es comprensible que la población de Manbij criticara a los grupos que tomaban el pan sin luchar, refiriéndose a ellos como las “brigadas del pan”. No obstante, las fuerzas revolucionarias que de hecho luchaban contra el régimen no tenían tiempo ni recursos para abrir un nuevo frente dentro de la ciudad para expulsar a estas “brigadas del pan” contrarrevolucionarias.

Otro problema que afrontaba el consejo revolucionario de Manbij era la necesidad de impedir que grupos militares poderosos que estaban activos en la ciudad controlaran el molino, y por ende, monopolizaran la distribución de pan. El molino era difícil de proteger debido a que estaba ubicado en las afueras de la ciudad, por lo que era vulnerable a ataques. Por ejemplo, el poderoso grupo yihadista Ahrar al Sham, tomó el control del molino en 2013 con la excusa de que los directivos eran corruptos y de que el molino carecía de transparencia financiera. El líder de Ahrar al Sham esperaba ganarse el apoyo de la población al brindarles pan a bajo costo, pero el plan fracasó debido a que toda la ciudad se opuso a la participación militar en los asuntos civiles y no estuvo de acuerdo en que este grupo tomara control del molino. El consejo revolucionario y varios grupos poderosos de la ciudad hicieron a un lado sus diferencias y organizaron protestas hasta que Ahrar al Sham se vio obligado a abandonar el molino.

Conclusión

El régimen sirio logró dos objetivos al implementar una reforma agraria en la década de 1960: menoscabó el poder de la oligarquía terrateniente y forjó una base campesina fiel en las zonas rurales. También logró un cierto grado de seguridad alimentaria, que fue fundamental para la consolidación del poder del régimen. Estos logros requieren gran burocracia e infraestructura, compuestas de instituciones financieras, sindicatos, depósitos de granos, represas, sistemas de riego, molinos, panaderías, explotaciones agrícolas colectivas y privadas, entre otros. Estos nodos del sistema burocrático y de infraestructura se utilizaron para aumentar el control sobre la población de las zonas rurales.

Durante la revuelta de 2011, el régimen de Asad reconfiguró sus políticas de pan al adaptarlas a un entorno de guerra. En las regiones que estaban bajo su control, el régimen intentó preservar las redes de pan en la medida de lo posible. Sin embargo, en las zonas liberadas, como demuestra el caso de Manbij, el régimen utilizó el pan como arma, matando a la población siria hambrienta que hacía cola frente a las panaderías y quemando campos de trigo.

El presente artículo también ha examinado la infinidad de formas de resistencia en Manbij cuando los revolucionarios intentaron crear nuevas geografías del pan. La ciudad fue blanco de ataques frecuentes por el régimen, incluso cuando el Gobierno seguía pagando a los trabajadores del molino de la ciudad y abasteciendo a este último de trigo. Como se mencionó, esta paradoja puede explicarse mediante el hecho de que el régimen estaba decidido a mantener la burocracia centralizada que había construido en los 50 años anteriores. También tenía el objetivo de destruir cualquier proceso que ofreciera alternativas al régimen o que allanara el camino a una Siria posterior a Asad. Es así que, mediante la creación de geografías del pan alternativas, los revolucionarios de Manbij dejaron sin efecto, aunque por un breve período, el contrato social asadista que ofrecía una reforma agraria y pan a bajo costo a cambio de que la población no participara en la política. A partir de 2011, los revolucionarios de Manbij y otras partes del país demostraron el significado profundo de la autonomía y los grandes desafíos para lograrla.

SOBRE EL AUTOR

Yasser Munif es profesor adjunto de sociología del Instituto de Filosofía y Letras del Emerson College. Es cofundador de la Campaña Mundial de Solidaridad de la Revolución Siria. También es autor del libro ‘The Syrian Revolution: Between the Politics of Life and the Geopolitics of Death’.

ACKNOWLEDGEMENT

Traducción: Mercedes Camps

Ilustraciones de Fourate Chahal El Rekaby

Patrocinado por Rosa Luxemburg Stiftung con fondos del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de la República Federal de Alemania. Esta publicación o partes de ella pueden ser citadas por otros de forma gratuita siempre que proporcionen una referencia adecuada a la publicación original.

Descargo de responsabilidad: El contenido de la publicación es responsabilidad exclusiva de los autores y no refleja necesariamente una posición de RLS

Batatu, H. (1999) Syria’s Peasantry, the Descendants of its Lesser Rural Notables, and their Politics. Princeton: Princeton University Press.

Gopal, A. and Hodge, J. (2021) ‘Social networks, class, and the Syrian Proxy War’, New America. Available at: https://www.newamerica.org/international-security/reports/social-networks-class-and-the-syrian-proxy-war/ [Consultado el 18 de octubre de 2021].

Munif, Y. (2020) The Syrian Revolution: Between the politics of life and the geopolitics of death. London: Pluto Press. 

Pearlman, W. (2018) We Crossed a Bridge and it Trembled: Voices from Syria. Custom House.

Saleh, Y. H. (2017) The Impossible Revolution. Chicago: Haymarket Books.

Yassin-Kassab, R. and Al-Shami, L. (2016) Burning Country: Syrians in revolution and war. Londres: Pluto Press.

Notas

El presente artículo se basa en el capítulo 4 del libro de Munif, Y. (2020) The Syrian Revolution: Between the politics of life and the geopolitics of death. Londres: Pluto Press.

2 Hinnebusch, R. (2011) ‘The Ba’th’s Agrarian Revolution (1963–2000)’, in R. Hinnebusch, A. El Hindi, M. Khaddam and M. Ababsa (eds.) Agriculture and Reform in Syria. Centro de Estudios Sirios de la Universidad de St Andrews, págs. 3–14.

Partido panárabe fundado por Michel Aflaq y Salah al-Din en 1943. Defendía la unidad entre los países árabes. Se convirtió en el partido de Gobierno en Irak y sigue estando en el poder en Siria.

Batatu, H. (1999) Syria’s Peasantry, the Descendants of its Lesser Rural Notables, and Their Politics. Princeton: Princeton University Press. pág. 37.

5 El enfoque en la producción de trigo fue una decisión estratégica, dado que el pan representa el 40% del consumo calórico de una familia siria promedio. 

6 La primera fase de la liberalización económica durante el régimen de Háfez al Asad ocurrió entre 1971 y 1972.

7 Aw-Hassana, A., Ridab, F. Telleria, R., and Bruggeman, A. (2014) ‘The impact of food and agricultural policies on groundwater use in Syria’,  Journal of Hydrology 513: 204–15.

Ababsa, M. ‘Agrarian counter-reform in Syria (2000–2010)’, in R. Hinnebusch, A. El Hindi, M. Khaddam, M. and M. Ababsa (eds.) Agriculture and Reform in Syria. Centro de Estudios Sirios de la Universidad de St Andrews, págs. 83–107. 

Razak, A.A. (2013) ‘Syria’s wheat crop is the worst in 40 years’, Al-Araby, 24 de junio de 2013.

10 Datos proporcionados por un informante anónimo entrevistado por el autor en Manbij el 11 de julio de 2013.

11Datos proporcionados por un informante anónimo entrevistado por el autor en Manbij el 11 de julio de 2013.