Movimiento obrero, revolución y contrarrevolución en Egipto
Mostafa Bassiouny y Anne Alexander
10 junio 2022
Cuando se habla de la revolución egipcia de enero de 2011 no se suele mencionar al movimiento obrero, sino que, en general, se centra la atención en la idea de una rebelión juvenil impulsada por las redes sociales. Sin embargo, para entender el trayecto de la revolución es necesario abordar el papel que desempeñó el movimiento de los trabajadores.
Inmediatamente después del derrocamiento de Mubarak el 11 de febrero de 2011, las luchas de los trabajadores parecían ser un factor independiente dentro del proceso revolucionario, separadas de la juventud de la Plaza Tahrir o de los activistas de las redes sociales o incluso de las fuerzas políticas opositoras al régimen. A pesar de la retirada de los manifestantes de la Plaza Tahrir y de los crecientes llamamientos de destacadas figuras políticas a la población egipcia para que “regresen a trabajar” y “vuelvan a hacer girar la rueda de producción”, millones de trabajadores llevaron la revolución a sus lugares de trabajo1. Se libraron batallas feroces contra los “restos del régimen” en instituciones gubernamentales y en los sectores público y privado2. Estas huelgas y manifestaciones continuaron la ola de luchas de los trabajadores que habían comenzado antes de la caída de Mubarak y que, del 6 al 11 de febrero, se expandieron a las filiales de la empresa Suez Canal Company, la Autoridad de Transporte Público de El Cairo, las oficinas de correos, las instituciones gubernamentales, las fábricas militares, las instituciones mediáticas del régimen y otros lugares de trabajo.
La ampliación de la lucha revolucionaria al lugar de trabajo puso en cuestión los esfuerzos de las fuerzas reformistas, tanto islamistas como liberales, de limitar el significado de “revolución” a la reforma constitucional y la elaboración de mecanismos electorales. Mediante estas luchas para “purgar a las instituciones” los trabajadores descubrieron que era imposible separar la lucha política contra el antiguo partido de gobierno de la lucha por la justicia social3.
En ocasiones este descubrimiento tuvo resultados radicales: por ejemplo, en el Hospital Manshiyet al-Bakri en El Cairo, los trabajadores destituyeron al director, eligieron a uno nuevo e intentaron implementar mecanismos de democracia directa, en lugar de democracia representativa, mejorando así la atención de los pacientes4. Los trabajadores del aeropuerto de El Cairo obligaron a que se contratara a un director civil por primera vez (en lugar de uno militar) y los trabajadores del gobierno local de Alejandría despidieron a un general no electo de su cargo de dirigente del consejo barrial. En septiembre de 2011, los docentes organizaron una de las mayores huelgas en la historia de Egipto, no solo para reclamar mejores salarios y condiciones de trabajo para sí mismos, sino también para que se reformara el plan de estudios y para que la carga de las clases privadas dejara de recaer en los ciudadanos5. Estos ejemplos señalan la importancia de la “acción recíproca” entre los aspectos económicos y políticos de la lucha de clases, como señala Rosa Luxemburgo en Huelga de Masas, Partido y Sindicato6.
En el presente artículo se sostiene que este proceso de acción recíproca desempeñó un papel fundamental en el desarrollo del proceso revolucionario en Egipto. También se argumenta que un modo de entender la contrarrevolución es considerarla como una acción recíproca inversa, en la cual el aspecto político de la lucha de clases tiende a dirigirse hacia la reproducción de la tiranía y los mecanismos de represión y explotación, como pudo observarse en Egipto a partir del último trimestre de 2012. También se intentará aclarar por qué la acción colectiva espontánea no es, en sí misma, suficiente para profundizar la interacción entre los aspectos económicos y políticos de una revolución, especialmente en el contexto de un enfrentamiento con el Estado. Los revolucionarios deben ganarse el apoyo de muchos activistas de la clase trabajadora en torno a una visión política de su papel en la revolución que reconozca la importancia de profundizar e intensificar el proceso revolucionario, especialmente durante el enfrentamiento con órganos del Estado, a fin de abrir espacio al empoderamiento del movimiento de los trabajadores y aumentar su impacto político. Esta visión difiere de las perspectivas que proponen la separación del movimiento de los trabajadores de la política y de la idea de que el papel de sus dirigentes es proteger a los trabajadores de la politización. También se diferencia de la visión de las huelgas y protestas como un arma que la oposición puede utilizar en la lucha contra el régimen, en lugar de un elemento integral en el proceso de emancipación de la clase trabajadora. El artículo se centra, en cambio, en los desafíos para la clase trabajadora de expresar una perspectiva política como clase “para sí”, como proponía Karl Marx.
El surgimiento de un movimiento político de masas y sus orígenes
El comienzo del movimiento egipcio de solidaridad con la segunda intifada (levantamiento) palestina en 2000 probablemente sea el punto de partida adecuado para analizar los acontecimientos que culminaron en la revolución de enero de 2011. Ello se debe a dos motivos. En primer lugar, el florecimiento del movimiento de solidaridad con Palestina ocurrió después de un largo período de apatía entre la población egipcia, durante el cual las formas de protesta social y política habían desaparecido, mientras el régimen utilizaba la retórica de la “lucha contra el terrorismo” para controlar a la oposición y evitar manifestaciones. El segundo motivo es el alcance geográfico y el marco cronológico del movimiento en apoyo a la intifada palestina, en el que participaron universidades, escuelas, partidos políticos y asociaciones de profesionales, que organizaron protestas en muchas provincias del país, ampliando la participación de las élites políticas a las zonas populares. La gran extensión geográfica del movimiento y su prolongada duración a lo largo de tres años, de septiembre de 2000 a marzo de 2003, brindaron una excelente oportunidad para desarrollar mecanismos institucionales, atrayendo a nuevas generaciones de jóvenes a la actividad política.
El movimiento de solidaridad con Palestina también allanó el camino al movimiento en contra de la guerra de los Estados Unidos en Irak, a través de los vínculos establecidos entre las fuerzas políticas y los sindicatos de profesionales, que habían interactuado en apoyo de la intifada palestina. El movimiento de protesta contra la invasión estadounidense en Irak en 2003 fue un punto de inflexión en el desarrollo de la movilización política de la población egipcia por dos motivos. En primer lugar, hubo una movilización de masas muy exitosa, especialmente cuando comenzó la guerra el 20 y 21 de marzo. Al comenzar la agresión, gran parte de la población respondió a la convocatoria de la Coalición contra la Invasión de Irak de realizar manifestaciones. Miles de personas se manifestaron en la Plaza Tahrir en El Cairo durante las primeras horas de la invasión. Las manifestaciones culminaron únicamente cuando las fuerzas de seguridad dispersaron violentamente a los manifestantes por la noche. Al día siguiente, un viernes, las manifestaciones comenzaron después de la oración en varias mezquitas, la mayor de ellas en al-Azhar. Si bien las fuerzas de seguridad intentaron dispersar a los manifestantes, algunos lograron llegar a la periferia de la Plaza Tahrir, donde las fuerzas de seguridad nuevamente reprimieron la protesta y detuvieron a un gran número de personas. La respuesta del régimen alcanzó nuevos niveles de violencia: las fuerzas de seguridad bloquearon la entrada a la mezquita de al-Azhar el 21 de marzo, inundaron el patio con gases lacrimógenos y arrestaron a un gran número de fieles que intentaban manifestarse. Este nivel de violencia puso de relieve la importancia de la lucha por la democracia y la apertura de un espacio público para la protesta y la acción política.
Las señales cada vez más claras de que Gamal Mubarak reemplazaría a su padre en la presidencia en 2004 hicieron que el proyecto de reforma democrática se volviera más urgente y dieron lugar a la creación de coaliciones para exigir democracia y rechazar la herencia de poder. La más significativa de ellas fue el Movimiento Egipcio para el Cambio (Kifaya), creado en diciembre de 2004. Además, surgieron otros movimientos, entre los que se destacan la Juventud por el Cambio; Artistas y Escritores por el Cambio; y Periodistas por el Cambio.
Estos acontecimientos contribuyeron a que los jóvenes asociados al movimiento político de masas desde 2000 integraran nuevos grupos: por ejemplo, un grupo que en 2006 defendía el movimiento de los jueces por la independencia judicial. Con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, el surgimiento de canales satelitales no controlados por el Estado y el crecimiento de periódicos privados en ese período, las ideas de cambio, reforma y democracia tenían una oportunidad sin precedentes para propagarse y tener un impacto.
No obstante, durante estos años iniciales el régimen podía absorber el impacto, a pesar de que el movimiento había comenzado a expresar críticas contra el propio Mubarak –algo que para la oposición había estado prohibido durante todo su mandato desde 1981. En 2005, la esperanza de cambio había comenzado a difuminarse tras la reelección de Mubarak y, al año siguiente, el régimen logró controlar las protestas de los jueces. Más tarde, en 2006, el régimen aprobó reformas constitucionales que habrían permitido a Gamal Mubarak heredar el poder.
Hacia un nuevo movimiento de los trabajadores
La calma del régimen no duró mucho tiempo. A finales de 2006, el surgimiento de un nuevo movimiento de trabajadores inclinó la balanza hacia la lucha por el cambio en Egipto. La huelga de trabajadores textiles en la planta Misr Spinning del sector público en El-Mahalla El-Kubra en diciembre de 2006 puede considerarse el comienzo de una nueva etapa en el movimiento por el cambio. Creada en la década de 1930, Misr Spinning es una de las empresas de hilado y tejeduría más importantes de Egipto; las luchas de sus trabajadores se habían convertido en un referente para el movimiento obrero egipcio7.
Durante años se habían organizado protestas de trabajadores, incluidas huelgas importantes como las de la industria de cemento, el sector textil, ferroviario, etcétera. Sin embargo, la huelga de los trabajadores de El-Mahalla en diciembre de 2006 marcó el comienzo de una trayectoria diferente en las luchas de los trabajadores, a raíz de cambios cualitativos que puede considerarse que marcaron el surgimiento de un nuevo movimiento obrero. Los trabajadores de Misr Spinning en El-Mahalla comenzaron la huelga el 7 de diciembre de 2006 para exigir el pago de sus bonificaciones anuales, que corresponde por ley a las empresas del sector público. La huelga tuvo lugar después de una huelga de una semana en que los trabajadores se habían negado a cobrar sus salarios en protesta al impago de sus bonificaciones anuales. Fue la protesta de trabajadores con mayor participación desde las protestas de los empleados de la empresa de tejeduría de Kafr al-Dawwar en la provincia de Behera en septiembre de 1994, que culminó en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad. La huelga de Misr Spinning duró del 7 al 16 de diciembre y finalizó con negociaciones en las que se cumplieron algunas de las demandas de los trabajadores. Esto en sí marcó un cambio con respecto al modo en que el Estado lidiaba con las manifestaciones de los trabajadores. En general, el Estado había recurrido a la represión, por ejemplo, durante las protestas de los trabajadores ferroviarios en 1986; de la fábrica textil ESCO en 1987; de la Empresa egipcia de hierro y acero en 1989; y en protestas que tuvieron lugar en la década de 1980.
El fin de la huelga de Misr Spinning sin que las fuerzas de seguridad recurrieran a la violencia y la satisfacción de algunas de las demandas de los trabajadores disipó los temores generados por la experiencia de protestas anteriores, en que los trabajadores habían sido despedidos o asesinados, detenidos o habían perdido sus puestos de trabajo. Al comprender que la respuesta del Estado había cambiado, los trabajadores iniciaron una ola de acciones laborales en diversos sectores: la huelga se convirtió en una actividad diaria en Egipto. Además, las huelgas eran más prolongadas que antes8.
Hay diversas razones que explican este cambio de comportamiento de las fuerzas de seguridad. La más importante es la liberalización de los medios de comunicación que tuvo lugar en ese período, que permitió que las noticias de la huelga se difundieran rápidamente. Al mismo tiempo, las fuerzas de seguridad se mostraban renuentes a realizar ataques directos contra los manifestantes debido a las campañas de solidaridad en línea y la mayor cobertura mediática tanto dentro como fuera del país. Las autoridades también tenían opiniones encontradas acerca de cómo manejar las huelgas, como consecuencia de contradicciones y conflictos entre la organización del trabajo del propio régimen, la Federación Egipcia de Sindicatos (ETUF) y el Ministerio del Trabajo.
La duración cada vez mayor de las protestas de los trabajadores en este período constituyó una nueva oportunidad para mejorar su organización. Los trabajadores debían proteger el equipo y las instalaciones del sabotaje y brindar provisiones durante las protestas. Del mismo modo, las negociaciones implicaban elegir representantes. Este desarrollo institucional creó comités de negociación, comités sindicales, dirigentes de manifestaciones, comités de provisiones y comités de seguridad, que sentarían las bases para la creación de sindicatos independientes, comenzando por el Sindicato de Recaudadores del Impuesto a la Propiedad, fundado en diciembre de 2008.
El nuevo movimiento de los trabajadores también se caracterizó por la amplia participación de las mujeres, en un grado mucho mayor que en movilizaciones anteriores de este tipo. Fueron mujeres quienes iniciaron la huelga de 2006 en la planta de Misr Spinning, y el sector de enfermería, en el que trabaja un gran número de mujeres, desempeñó un papel fundamental. Las dirigentes mujeres también comenzaron a figurar en otros sectores en una proporción mucho mayor que antes.
En el período posterior a la huelga de Misr Spinning en 2006, junto al avance institucional, las demandas de los trabajadores evolucionaron. La huelga de Misr Spinning es un ejemplo de este cambio cualitativo. Tras el éxito de esa huelga, los trabajadores organizaron otra en septiembre de 2007 para exigir mejores condiciones de trabajo, el desarrollo de la empresa y la adopción de medidas para responsabilizar a los directivos corruptos. Tras una semana de huelga, se lograron algunos de los reclamos. Apenas unos meses más tarde, en febrero de 2008, los trabajadores de Misr Spinning organizaron una manifestación para exigir el aumento del salario mínimo nacional para todos los trabajadores egipcios. Este fue un cambio de consciencia muy importante, dado que en general, las protestas de los trabajadores habían incluido únicamente demandas vinculadas con su propia empresa. Además, tendían a centrarse en la porción “variable” del proyecto de ley salarial (integrada por bonificaciones y subsidios), a diferencia del salario básico. A partir de ese momento, el reclamo de un aumento del salario mínimo nacional se convirtió en un aspecto casi permanente de la lista de demandas de las huelgas de los trabajadores en diferentes lugares de trabajo.
El resultado más importante de esta huelga fue el surgimiento de nuevos sindicatos independientes. En las elecciones de la ETUF de noviembre de 2006, apenas semanas antes de la huelga de Mahalla, el aparato de seguridad y el Gobierno adoptaron la medida sin precedentes de excluir de la candidatura a los principales activistas del movimiento obrero que habían ocupado anteriormente cargos electivos. No resultó sorprendente que la ETUF apoyara a la directiva durante la huelga de Mahalla celebrada en diciembre. Los trabajadores respondieron al atacar las sedes sindicales, echando a funcionarios de la ETUF de la empresa y recolectando firmas para una declaración en la que retiraban la confianza al comité sindical de fábrica de la ETUF.
No obstante, los primeros intentos de crear un sindicato independiente no estuvieron relacionados con Mahalla, sino que surgieron de las protestas de los recaudadores del impuesto a la propiedad que comenzaron en septiembre de 2007 y siguieron hasta diciembre de ese año, cuando se cumplieron sus demandas. Este largo período de protestas dio lugar a la creación de un comité para dirigir el movimiento y negociar en nombre de los recaudadores del impuesto a la propiedad, en los hechos, un sindicato. Poco tiempo después de que terminaran las protestas, los recaudadores de impuestos acordaron formar un sindicato como una extensión natural del comité.
La creación, por parte de los trabajadores, de un sindicato que no estaba bajo el control estatal, después de medio siglo en el cual el sindicalismo había estado subsumido al Estado, fue un avance democrático fundamental. De hecho, los sindicatos independientes formados a partir de 2008 fueron las únicas organizaciones de masas que no estaban controladas por el Estado. Además, representaban una oposición directa a la ETUF, una de las instituciones estatales más importantes, que había sido utilizada por sucesivos presidentes egipcios como instrumento para controlar a los trabajadores desde que Gamal Abdel Nasser la fundó en 1957.
Cabe señalar que uno de los factores que movilizó al nuevo movimiento de trabajadores en este período fueron las políticas económicas neoliberales del Fondo Monetario Internacional, implementadas por el régimen a partir de 1991. Las políticas económicas del Estado egipcio de 1952 a 1970 se habían caracterizado por la planificación centralizada e incluso después del crecimiento del sector privado y los cambios económicos iniciados por Anwar al-Sadat, el Estado siguió desempeñando un papel central en la economía, a través de la propiedad de proyectos y empresas del sector público. La forma de las relaciones de trabajo establecida durante la era nasserista siguió dominando el mercado laboral en Egipto. Además, la ETUF mantuvo su importancia para el régimen como instrumento de movilización política durante las elecciones y para generar apoyo a políticas importantes: del tratado de paz con Israel, a las políticas de ajuste estructural adoptadas a partir de 1991.
Estas reformas económicas dieron lugar a la privatización de empresas públicas y el Estado pasó a tener un papel menos importante. Las relaciones laborales estables de las cuales habían gozado los trabajadores en la era anterior comenzaron a desmoronarse a medida que las fuerzas del mercado afianzaron su dominio. Ello se vio reflejado en la adopción de prácticas diferentes por el movimiento de los trabajadores a partir de 2006. Durante mucho tiempo, los trabajadores de Egipto habían utilizado las “sentadas” como una forma de protesta, ocupando sus lugares de trabajo sin detener la producción. Esta táctica reflejaba la cultura política del nasserismo, según la cual la producción era considerada un objetivo nacional y la fábrica era considerada propiedad de la población. Sin embargo, a partir de 2006, la mayoría de los trabajadores comenzaron a recurrir a la huelga, lo que refleja el impacto de los programas de ajuste estructural y su sujeción directa del proceso de producción a los mecanismos de mercado, en lugar de los objetivos de desarrollo nacionales. Por consiguiente, el nuevo movimiento de los trabajadores puede considerarse una reacción tardía a la imposición del programa de reforma neoliberal adoptado a partir de 1991 y la retirada del Estado del contrato social nasserista, así como la parálisis de la ETUF.
La interacción entre el movimiento de los trabajadores y el movimiento político de masas
El movimiento de los trabajadores hizo que la población egipcia volviera a salir a las calles tras la retirada de las movilizaciones políticas contra el régimen a partir de 2006. Si bien los eslóganes y las demandas del movimiento de los trabajadores no fueron tan radicales como la movilización política (que criticaba al presidente y se oponía a que el hijo de Mubarak, Gamal, heredara el poder), profundizaron la práctica de la democracia y desarrollaron mecanismos institucionales y de movimientos que beneficiaron enormemente al movimiento político.
Los acontecimientos relacionados con el 6 de abril de 2008 fueron un punto de inflexión en el desarrollo del movimiento político de masas en Egipto e ilustran la acción recíproca entre el movimiento de los trabajadores y la movilización política. Los trabajadores de Mahalla habían anunciado su decisión de realizar una huelga ese día, para exigir (entre otras cosas) un aumento del salario mínimo nacional. Las fuerzas políticas de la oposición, encabezadas por Kifaya (que reunía a la mayoría de las fuerzas que impulsaban un cambio), convocaron una huelga general en todo el país ese mismo día. Finalmente, ni la huelga general ni la huelga de Mahalla tuvieron lugar (esta última fue suspendida por las fuerzas de seguridad), pero el 6 de abril estalló un levantamiento popular contra el aumento de los precios y la pobreza en Mahalla. Durante los tres días de protestas, la multitud destruyó fotografías de Mubarak y el primer ministro se vio obligado a visitar la localidad y la fábrica en un intento de calmar los ánimos, ofreciendo algunas concesiones a los trabajadores y la población local.
Muchas de las características del movimiento de los trabajadores tendrían una influencia directa en la revolución de enero de 2011: la ocupación de plazas públicas, la organización de comités para provisiones, negociaciones y para proteger las instalaciones, y la amplia participación de las mujeres. Los medios de comunicación y las redes sociales difundieron estas prácticas entre toda la sociedad, pasando orgánicamente del ámbito del movimiento de los trabajadores al ámbito más amplio de la revolución.
El papel de los trabajadores durante el levantamiento de 2011 y la caída de Mubarak
Cuando estalló la revolución en enero de 2011, el movimiento de los trabajadores había logrado avances significativos en cuanto a su organización y movilización. Su impacto en la sociedad era considerable: las sentadas en el lugar de trabajo y el corte de calles por parte de los trabajadores se habían convertido en parte de la cultura de protesta contemporánea y se consideraba que el movimiento era uno de los factores principales que podía lograr un cambio en Egipto. A pesar de estos avances, debido a la ausencia de organizaciones de trabajadores independientes con suficiente peso social o experiencia política, la participación de los trabajadores en el levantamiento popular a comienzos de la revolución de 2011 adoptó fundamentalmente dos formas. La primera fue la apertura de un “segundo frente” con el estallido de una gran ola de huelgas y sentadas (que continuaron después de la caída de Mubarak mediante batallas para destituir a miembros del partido de gobierno de puestos de dirección). La segunda fue a través de enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes en las calles, las plazas y los barrios populares, en que las fuerzas de seguridad hirieron de bala a varios trabajadores.
Por supuesto que los trabajadores estaban entre la multitud de manifestantes el 25 de enero y en los días siguientes, pero en ese período no hubo una presencia distintiva de trabajadores. Tras la imposición de toques de queda prolongados, a los trabajadores les resultaba difícil congregarse en los lugares de trabajo, en su mayoría cerrados por las autoridades, que decretaron un feriado. Sin embargo, en cuanto se relajó el toque de queda, el movimiento de los trabajadores comenzó a dejar su marca en la revolución. En Suez, por ejemplo, trabajadores de más de 10 empresas convocaron una sentada el 6 de febrero, entre ellas en cuatro empresas subsidiarias de Suez Canal Company y Lafarge Cement and Glass Company. Los trabajadores de Telecom Egipto también anunciaron una sentada, mientras que trabajadores de limpieza en Giza comenzaron una sentada y una huelga, bloqueando una de las carreteras principales a la zona, como hicieron los trabajadores de la empresa de hilado y tejeduría Abu-al-Siba’i en Mahalla.
La primera ola importante de protestas de trabajadores duró del 6 al 11 de febrero e incluyó acciones generalizadas que afectaron a casi todos los sectores de la economía. La huelga de los trabajadores de Telecom Egipto se amplió a los trabajadores de las centrales telefónicas públicas, que organizaron numerosas protestas en El Cairo y las provincias. Los trabajadores de los talleres ferroviarios y garajes de autobuses de la Autoridad de Transporte Público de El Cairo también participaron en las huelgas y protestas. Los empleados postales se reunieron para protestar frente a la oficina de correos en la plaza Ataba en el centro de El Cairo y su movimiento pronto se expandió a otras provincias. Lugares de trabajo fundamentales como el aeropuerto o las fábricas de producción militar también se vieron afectados, al igual que las empresas petroleras y textiles en Helwan, al sur de El Cairo, y la provincia de Behera. Los trabajadores del sector de la salud también se sumaron: los enfermeros de los hospitales en Assiut, Kafr El Zayyat y Qasr al-Aini, en el Instituto del Corazón de El Cairo, anunciaron que realizarían huelgas. Los trabajadores de la imprenta y el personal administrativo de la revista estatal Rose el-Youssef se negaron a permitir el ingreso a su sede del redactor en jefe y del jefe del directorio (ambos cercanos al régimen). Mientras tanto, empleados de la Universidad de los Trabajadores, un centro de formación público para los cuadros sindicales del régimen, ya había declarado una huelga y encerrado al jefe, al vicepresidente de la ETUF y a un miembro del partido de Gobierno.
Es así que, en los días previos a la caída de Mubarak, en Egipto ocurrió algo similar a una huelga general, sin un núcleo organizador central. Sin embargo, el movimiento de los trabajadores en su conjunto no declaró su apoyo directo a la revolución. Algunos trabajadores alzaron eslóganes de apoyo a la revolución y coreaban cantos contra el régimen, pero sus demandas eran principalmente económicas o sindicales. A pesar de ello, es imposible ignorar el proceso de acción recíproca entre la revolución y el movimiento de los trabajadores. Cabe destacar que en las zonas de clase trabajadora, donde el movimiento de los trabajadores había surgido antes de la revolución, como Suez, Mahalla y Alejandría, los levantamientos populares fueron más enérgicos y eficaces.
El número de trabajadores asesinados durante el levantamiento es la prueba más contundente de la contribución de la clase trabajadora a la revolución. El movimiento de los trabajadores no solo allanó el camino para la revolución, sino que además desempeñó un papel fundamental en garantizar su victoria. Es difícil obtener datos sobre todos los mártires de la revolución, pero las estadísticas arrojan luz sobre este tema. Según la Red Árabe para la Información sobre Derechos Humanos, hubo 841 mártires. Lamentablemente, no hay datos sobre la ocupación de la mayoría de ellos9, pero un comité del Sindicato de Periodistas Egipcios recopiló datos de alrededor de 279 mártires y registró la ocupación de 120 de ellos. De los 120, 74 eran trabajadores y el resto eran estudiantes o profesionales. Fuentes disponibles señalan que los trabajadores conformaron un gran porcentaje de las personas asesinadas o heridas: en los casos en que se indica el lugar de residencia, la mayoría provenía de barrios pobres. Los datos relativos a los heridos durante la revolución confirman el mismo patrón. Según información recopilada por la Asociación de Héroes y Heridos de la Revolución, de 4.500 personas heridas, el 70 por ciento eran trabajadores sin calificación y un 12 por ciento eran trabajadores con calificación intermedia. El resto estaba integrado por estudiantes (el 11 por ciento) y personas con un grado de calificación más elevado (7 por ciento). Fueron los trabajadores y la población pobre quienes pagaron el precio más alto con su propia sangre durante la revolución egipcia y su sacrificio hizo posible la caída de Mubarak.
Logros institucionales y marginación política
El fin del régimen de Mubarak marcó el inicio de una nueva etapa en el movimiento de los trabajadores. Tras la caída del régimen, las protestas de los trabajadores se aceleraron y ampliaron y se creó un gran número de sindicatos independientes. Además de las demandas de aumento salarial y mejores condiciones de trabajo, las protestas de los trabajadores reclamaban cambios politizados más profundos, como responsabilizar a jefes corruptos, reabrir empresas públicas inactivas, renacionalizar las empresas privatizadas durante el régimen de Mubarak, un mayor salario mínimo nacional y el derecho de sindicación10.
La ola de huelgas y sentadas en la primera etapa de la revolución representó una fusión parcial de los aspectos sociales y políticos de la lucha revolucionaria. Al mismo tiempo, planteó una amenaza grave a las fuerzas contrarrevolucionarias y especialmente a las fuerzas militares y el aparato de seguridad en el centro del antiguo régimen. Estas fuerzas ahora volvían a trabajar para separar los aspectos políticos y económicos de la revolución. Se dio una clara paradoja: a pesar del impacto del movimiento de los trabajadores en la revolución, como se mencionó anteriormente, tras la caída de Mubarak el movimiento de los trabajadores no siguió desempeñando la misma función, no configuró la trayectoria de la revolución. Por el contrario, en cuanto Mubarak salió de la escena comenzaron los ataques contra el movimiento de los trabajadores. Una de las primeras decisiones adoptadas (el 24 de marzo de 2011) por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que asumió el poder tras el derrocamiento de Mubarak, fue prohibir las huelgas y juzgar a los huelguistas en tribunales militares. Además, se inició una amplia campaña contra el movimiento de los trabajadores en diferentes medios de comunicación, en la que se etiquetó a las protestas de los trabajadores de “sectoriales”, en lugar de parte de la trayectoria general de la revolución.
Muchos activistas de corrientes islamistas y liberales reformistas que se habían opuesto al régimen anterior participaron en campañas mediáticas contra las huelgas de los trabajadores y sus demandas “sectoriales”. Los únicos defensores del movimiento de los trabajadores fueron la izquierda revolucionaria y los nuevos sindicatos independientes. La mayoría de las fuerzas de la juventud revolucionaria se centraron en las luchas en las plazas, sin ser conscientes de que las luchas de los trabajadores podían profundizar y ampliar el proceso revolucionario mediante enfrentamientos con el régimen dentro de las instituciones y empresas públicas en un intento de purgarlas de los restos del antiguo partido de gobierno11.
Tras las elecciones parlamentarias en noviembre de 2011 y enero de 2012 (en las que se eligió un Gobierno islamista) y la victoria del candidato de la Hermandad Musulmana Mohamed Morsi en las elecciones presidenciales de junio de 2012, ocurrió una polarización política entre las fuerzas islamistas y laicistas. Las fuerzas laicistas interpretaron el deterioro de la condiciones económicas y sociales como una señal del fracaso de los islamistas en dirigir el país y no como consecuencia de las políticas que se habían implementado desde la era de Mubarak y que continuaron durante el Gobierno de Morsi. Por su parte, la Hermandad Musulmana interpretó el empeoramiento de la situación como una señal de conspiración del aparato estatal contra Morsi, y no como una consecuencia de su apoyo a algunas de las mismas políticas económicas que había aplicado el antiguo régimen y que provocaron el estallido de la revolución.
Con la creación del Frente de Salvación Nacional12 y su papel de liderazgo en la oposición a la Hermandad Musulmana, las cuestiones sociales y económicas pasaron pronto a un segundo plano. El Frente fue anunciado en noviembre de 2012 por varias fuerzas políticas, entre ellas reformistas y personas cercanas al régimen de Mubarak, para resistir el intento del Presidente Mohamed Morsi de modificar la constitución. El Frente centró sus esfuerzos en restaurar el prestigio del Estado y la legitimidad de sus instituciones, como el poder judicial, el ejército y la policía. Por consiguiente, a pesar de que las luchas de los trabajadores continuaron en 2012 y comienzos de 2013, disminuyeron las posibilidades de coordinar los objetivos del movimiento de los trabajadores con las luchas políticas en las calles y plazas.
El cambio más significativo en la trayectoria de la revolución lo constituyeron los acontecimientos posteriores a la caída de Mohamed Morsi el 30 de junio de 201313. La represión cada vez mayor contra el movimiento de los trabajadores fue una transformación importante. Pero aún más peligroso fue que una sección considerable de los sindicatos independientes anunciara su apoyo al régimen y a una moratoria a las huelgas en una declaración conjunta de la ETUF y la Federación Egipcia de Sindicatos Independientes. La amenaza contenida en el anuncio no era que ponía fin a las protestas de los trabajadores, –estas continuaron, aunque a un ritmo más lento– sino que implicaba una transformación del papel de los sindicatos independientes. Pasaron de luchar por liberar el movimiento sindical del dominio estatal, a apoyar al nuevo régimen, echando por la borda los logros más importantes alcanzados por el movimiento de los trabajadores desde 2006.
Ello resaltó la contradicción entre la escala del movimiento de los trabajadores y la profundidad de su impacto antes y durante del levantamiento popular de enero de 2011 y su debilidad política tras la caída de Mubarak. Al intentar explicar esta contradicción no basta simplemente con hablar del dominio de las fuerzas reformistas o las limitaciones impuestas por la polarización islamista-laicista en la escena política, a pesar de que ambos contribuyeron a crearla. Sino que, la contradicción debe entenderse mediante un análisis de las deficiencias dentro del propio partido de los trabajadores, tanto en cuanto a sus conexiones con el ámbito político, como en relación con cuestiones de organización y el papel de sus dirigentes, que carecían de experiencia y coherencia.
Cabe destacar que el movimiento de los trabajadores sufrió retrocesos durante la década de 1990 e incluso a comienzos de la década de 2000. En este período, muchos activistas con experiencia desaparecieron del movimiento de los trabajadores y de los sindicatos, y no fueron reemplazados por una nueva generación. Cuando el movimiento de los trabajadores volvió a alzarse después de 2006, había perdido gran parte de la experiencia adquirida durante los períodos anteriores. Los líderes de los trabajadores formados a partir de 2006 constituían un cuadro nuevo que no había acumulado experiencia en la labor sindical (en el sentido de participación en la lucha por los intereses de los trabajadores en el lugar de trabajo) o en la labor política. Ello se diferenciaba de la experiencia del cuadro de trabajadores formados en la década de 1980, que en general estaban vinculados a partidos y organizaciones de izquierda. Ello fue precisamente lo que provocó la separación entre el movimiento de los trabajadores y la política en general y, en algunos casos, generó hostilidad hacia la acción política entre activistas del movimiento de los trabajadores.
Al mismo tiempo, la izquierda, que históricamente contribuyó a construir el movimiento de los trabajadores, atravesaba un momento de debilidad e incoherencia. Las organizaciones y los partidos de la izquierda tradicional prácticamente se habían disuelto tras la caída de la Unión Soviética, mientras que las organizaciones de la nueva izquierda aún se encontraban en una etapa de desarrollo incipiente, en circunstancias hostiles. Por otro lado, los sindicatos independientes estaban en proceso de creación y su capacidad de organización no estaba del todo desarrollada. No habían logrado afianzarse entre los trabajadores de base. Es por ello que cuando estalló la revolución en enero de 2011, y el sindicato de recaudadores del impuesto a la propiedad, el sindicato de técnicos de la salud, el sindicato de docentes y el sindicato de trabajadores jubilados se reunieron en la Plaza Tahrir para fundar la Federación Egipcia de Sindicatos Independientes, no formaron una institución coherente con una base sólida entre la masa de trabajadores comunes.
Conclusión
La separación entre los aspectos políticos y sociales de la lucha de los trabajadores se manifestó en dos niveles principales durante la revolución. En primer lugar, las fuerzas revolucionarias no lograron conquistar a un gran número de activistas de la clase trabajadora en torno a una visión política centrada en el papel de la clase trabajadora en la revolución y la importancia de profundizar y radicalizar el proceso revolucionario, especialmente en relación con el enfrentamiento con el Estado, de modo de abrir un espacio para que el movimiento de los trabajadores tuviera un impacto político. En segundo lugar, la falta de experiencia de los propios sindicatos independientes constituyó otro obstáculo. El modelo de sindicación dominante no era lo suficientemente radical y carecía de mecanismos democráticos en el lugar de trabajo y entre amplias secciones de trabajadores de base14. Este problema surgió a pesar de la creación de los primeros sindicatos independientes en medio de huelgas masivas, que aportaron experiencias importantes en la organización del movimiento de trabajadores.
La deficiencia de estas experiencias obedece a la falta de una práctica política basada en los principios de organización de la clase trabajadora, que no se limita únicamente al ámbito de la economía, sino que abarca también la capacidad de los trabajadores de emanciparse en el ámbito político. Esta capacidad puede alcanzarse mediante la participación en causas políticas –como la solidaridad con el pueblo palestino o el apoyo a la liberación de la mujer, o las luchas contra el sectarismo religioso o la defensa del medio ambiente. Implica fundamentalmente involucrarse en estas causas políticas como trabajadores y no simplemente como ciudadanos en las calles o votantes en las urnas.
Durante la primera fase de la revolución, las luchas de los trabajadores comenzaron a derribar los límites que separaban el aspecto social del aspecto político de la revolución. Las demandas de los trabajadores pasaron de centrarse en temas económicos a enfrentarse a representantes del régimen en el lugar de trabajo y en las instituciones públicas. Sin embargo, el carácter espontáneo de este proceso no bastó para mantener la influencia de los trabajadores organizados durante el proceso revolucionario, debido a la falta de un vínculo orgánico con las movilizaciones revolucionarias que se basara en la clase trabajadora. Ello demuestra la importancia de la organización política y no solamente sindical para asegurar que el peso del movimiento de los trabajadores influya en la trayectoria de cambio.