La nueva revolución argelina y el movimiento Black Lives Matter desde una perspectiva fanoniana
Hamza Hamouchene
10 junio 2022
El presente artículo analiza el levantamiento que tuvo lugar en Argelia entre 2019 y 2021 a través de la obra y el legado del psiquiatra y pensador revolucionario, Frantz Fanon. También vincula el levantamiento en Argelia con el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos y considera lo que el pensamiento de Fanon puede ofrecer a estas y otras luchas por la justicia económica y política.
Nacido en Martinica, pero argelino por elección, Frantz Fanon (1925-1961) escribió acerca de la revolución argelina contra el colonialismo francés y sobre sus experiencias políticas en el continente africano. A pesar de su corta vida (murió de leucemia a los 36 años de edad), Fanon fue un pensador muy prolífico. Su obra abarca libros, artículos y discursos. Escribió su primer libro Piel negra, máscaras blancas1 dos años antes de la batalla de Dien Bien Phu (1954) y publicó su último, el famoso Los condenados de la tierra2, una obra canónica sobre la lucha anticolonialista y tercermundista, un año antes de la independencia de Argelia (1962), en un momento en que los países africanos estaban logrando su independencia. Fanon fue un intelectual radical y un revolucionario que se dedicó en cuerpo y alma a la liberación nacional de Argelia. Sus ideas siempre estuvieron influenciadas por la práctica y fueron transformadoras. Inspiraron las luchas anticoloniales en todo el mundo, afectaron al panafricanismo e influyeron profundamente en el movimiento de las Panteras Negras en los Estados Unidos.
En Los condenados de la tierra, Fanon escribe: “Cada generación, dentro de una relativa opacidad, tiene que descubrir su misión, cumplirla o traicionarla”3 . Esta afirmación es especialmente pertinente a la luz del más reciente estallido de revueltas en todo el mundo, incluido en los países árabes, donde ha comenzado una segunda ola de levantamientos (tras la primera ola en 2011), desde Argelia hasta el Líbano, pasando por Sudán e Irak. Como parte de esta agitación general, 60 años después de la publicación de Los condenados de la tierra, Argelia es testigo de otra revolución, esta vez contra su burguesía nacional. ¿Qué diría Fanon sobre la nueva revolución argelina? ¿Qué podemos aprender de sus reflexiones y experiencias? El presente artículo analiza el levantamiento de Argelia de 2019 a 2021, además de las luchas más generales por la justicia económica y política, a través de la mirada fanoniana, para intentar arrojar luz sobre el genio de Fanon, la actualidad de su análisis, el valor duradero de su perspectiva crítica y la centralidad de su pensamiento descolonial para los esfuerzos revolucionarios de los condenados de la tierra.
Fanon y Argelia, del colonialismo a la independencia
Antes de analizar el levantamiento de Argelia de 2019 a 2021, resulta útil examinar rápidamente la trayectoria de Argelia del colonialismo a la independencia y el papel que Fanon desempeñó en ella.
El período colonial estuvo caracterizado por expropiaciones, proletarización, sedentarización forzada, explotación y violencia brutal por parte del poder colonial francés4. Los argelinos declararon la guerra de independencia el 1 de noviembre de 1954. A continuación se produjo una de las guerras de descolonización más largas y sangrientas, que contó con la participación masiva de la población rural pobre y las clases populares urbanas (el lumpen proletariado)5. Según cifras oficiales, un millón y medio de argelinos murieron en la guerra que duró ocho años y finalizó en 1962, una guerra que se convirtió en la fundación de la política argelina moderna.
Al llegar al hospital psiquiátrico de Blida en 1953, donde trató a torturadores coloniales y víctimas indígenas por igual, Fanon observó la colonización como una negación sistemática del otro y el rechazo de atribuirle humanidad. Más tarde describiría detalladamente los mecanismos de violencia implementados por el colonialismo para subyugar a la población oprimida.
Sus experiencias en Blida hicieron que renunciara al hospital en 1956 y se uniera al Frente de Liberación Nacional (FLN). Desde entonces, estuvo activo en la lucha por la libertad, escribió artículos en apoyo a esa lucha y viajó a distintos países de África en misiones del FLN.
Fanon tenía grandes aspiraciones para la Argelia revolucionaria. En su libro esclarecedor Sociología de una revolución (L’An Cinq de la Révolution Algérienne)6, demuestra que la liberación no es un regalo: las masas la arrebatan y al hacerlo ellas mismas se transforman. Para el filósofo, la revolución era un proceso transformador que crearía nuevas almas. Por ello, culmina su libro de 1959 con las palabras: “La revolución en profundidad, la verdadera revolución, precisamente porque cambia al hombre y renueva la sociedad, ha alcanzado una etapa avanzada. Este oxígeno que inventa y dispone una nueva humanidad, eso es también la Revolución Argelina”7.
Fanon no llegó a ver la liberación de su país adoptivo del dominio colonial francés: murió menos de un año antes de que Argelia lograra su independencia el 5 de julio de 1962.
En los años posteriores a su victoria contra el colonialismo francés, la experiencia revolucionaria argelina y su intento de romper con el sistema imperialista capitalista fueron derrotados tanto por las fuerzas contrarrevolucionarias como por contradicciones internas. Desde un comienzo, la revolución albergaba las semillas de su propio fracaso: era un proyecto jerárquico, autoritario y extremadamente burocrático (a excepción de algunas funciones redistributivas que mejoraron considerablemente las vidas de las personas). Esta falta de democracia coexistía con la ascendencia de una burguesía compradora que era hostil al socialismo y se oponía firmemente a una verdadera reforma agraria8. Fanon pronosticó este acontecimiento, en particular en el capítulo “Desventuras de la conciencia nacional” de Los condenados de la tierra, donde identificó la quiebra y la esterilidad de las burguesías nacionales que tendían a reemplazar la fuerza colonial mediante un nuevo sistema de clases que imitaba a las viejas estructuras coloniales de explotación y opresión. En Argelia, esta burguesía nacional, vinculada estrechamente con el FLN en el poder, renunció en la década de 1980 al proyecto de desarrollo autónomo que había iniciado en las dos décadas anteriores, marcando el inicio de una era de desindustrialización y políticas favorables al mercado, en detrimento de las clases populares. En este contexto, la burguesía nacional ofrecía una concesión tras otra a Occidente, iniciando privatizaciones ciegas y proyectos que atentaban contra la soberanía del país y ponían en peligro a su población y medio ambiente. Un ejemplo de ello es la explotación del gas de esquisto y de los recursos en alta mar9.
Hoy en día, el dinero proveniente del petróleo en Argelia se utiliza para comprar la paz social, además de fortalecer el aparato represivo del Estado. Al igual que Túnez, Egipto, Nigeria, Senegal, Ghana, Gabón, Angola y Sudáfrica, entre otros, Argelia sigue los dictados de los nuevos instrumentos del imperialismo, personificados en instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial. Las clases dominantes de Argelia han atrapado al país en un modelo de desarrollo extractivista y depredador, en el que las ganancias se acumulan en manos de una minoría con apoyo extranjero, mientras la mayoría de la población es desposeída.
Racionalidad de la rebelión: el hirak y la nueva revolución argelina
La realidad contemporánea en Argelia confirma las advertencias premonitorias de Fanon sobre la rapacidad y el carácter divisivo de las burguesías nacionales y los límites del nacionalismo convencional. Sin embargo, el filósofo también deja en claro que el enriquecimiento de esta casta lucrativa generará “un despertar decisivo del pueblo, de una toma de conciencia prometedora de violencias futuras”10. Quizá esto es lo que estamos observando en la segunda ola de levantamientos árabes (además de otras protestas masivas en todo el mundo) que comenzó en 2018. Las masas populares en todos estos países se están rebelando contra la violencia de los regímenes políticos que les ofrecen más empobrecimiento y marginación, y que están enriqueciendo a unos pocos, para el detrimento de la mayoría.
En Argelia, el levantamiento surgió tras el anuncio del entonces Presidente Bouteflika de que se postularía a un quinto mandato, a pesar de sufrir afasia y estar en general ausente de la vida pública. El viernes 22 de febrero de 2019, millones de argelinos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, de diferentes clases sociales se alzaron en rebelión. Las marchas históricas de los viernes, seguidas de protestas de los sectores profesionales unieron a la población en el rechazo al sistema de Gobierno y el reclamo de un cambio democrático radical. Este movimiento popular (Al Hirak Acha’bi) tiene dos consignas emblemáticas: ‘Yetnahaw ga’ (¡Todos deben caer!) y ‘Lablad abladna oundirou rayna’ (El país es nuestro y haremos lo que queramos).
Los acontecimientos ocurridos en Argelia entre 2019 y 2021 son verdaderamente históricos. El hirak es único debido a su dimensión, su carácter pacífico y su alcance nacional, incluido en el sur marginado, y ha contado con la participación masiva de mujeres y jóvenes, que constituyen la mayoría de la población de Argelia. El pueblo argelino una vez más está reafirmando su papel como dueño de su propio destino. Las palabras de Fanon (acerca de la lucha anticolonial) resultan especialmente pertinentes: “La tesis de que los hombres cambian al mismo tiempo que cambian al mundo nunca ha sido tan evidente como lo es ahora en Argelia. Esta prueba de fuerza no solo remodela la conciencia que el hombre tiene de sí mismo y de sus antiguos dominadores o del mundo…renueva los símbolos, los mitos, las creencias, la capacidad de respuesta emocional de las personas. En Argelia somos testigos de la reafirmación de la capacidad de progreso del hombre”11.
De acuerdo con esta descripción, el proceso liberador que está ocurriendo en Argelia ha desatado una cantidad de energía, confianza, creatividad y subversión inigualables. La evolución de las consignas y formas de resistencia del movimiento son un ejemplo de los procesos de politización y educación popular. La reapropiación de los espacios públicos ha creado un tipo de ágora donde las personas discuten, debaten, intercambian opiniones, hablan de estrategia y perspectivas, se critican entre sí o simplemente se expresan de diferentes formas, incluso a través del arte y la música. De hecho, la producción cultural ha adoptado otro significado, ya que ahora está asociada a la liberación y es considerada una forma de solidaridad y acción política. En lugar de producciones folclóricas y estériles promovidas bajo el mecenazgo sofocante de las élites autoritarias, ahora observamos una cultura que habla a la gente y promueve su resistencia y luchas a través de la poesía, la música, el teatro, la ilustración y el arte callejero. Una vez más, las palabras de Fanon resultan pertinentes: “La cultura nacional no es el folkore…No es una masa sedimentada de gestos puros, es decir, cada vez menos atribuibles a la realidad presente del pueblo…La cultura negro-africana se condensa en torno a la lucha de los pueblos y no en torno a los cantos, los poemas o el folklore”12.
La lucha por la descolonización continúa
El hirak reclama independencia, soberanía y el fin del saqueo de los recursos del país y de las condiciones socioeconómicas opresivas en las que los argelinos han vivido durante decenios. De este modo, los argelinos están trazando un vínculo directo entre su lucha actual y la lucha contra el colonialismo francés de la década de 1950, como se refleja en la consigna popular “Los generales a la basura” y “Argelia será independiente”. Consideran este esfuerzo como la continuación del proceso de descolonización, basado en la lucha anticolonial contra los franceses y el régimen neocolonial dominante. Como parte de este proceso, los argelinos están reafirmando su propio lugar como los verdaderos herederos de los mártires de la liberación, a los que hacen referencia en sus cantos: “Oh Ali [La Pointe], tus descendientes no se rendirán hasta obtener la libertad”; “Somos los descendientes de Amirouche y nunca daremos un paso atrás”.
Los argelinos están reivindicando la soberanía popular y económica que se les negó cuando se logró la independencia formal en 1962. Está claro que el colonialismo que Fanon analizó hace sesenta años no ha desaparecido por completo, sino que ha cambiado. Se ha camuflado en formas y mecanismos sofisticados: deuda, programas de ajuste estructural; tratados de “libre comercio”; acuerdos de asociación con la Unión Europea; extractivismo depredador; acaparamiento de tierra; agronegocio; leyes de inmigración y fronteras peligrosas; intervención “humanitaria” y la responsabilidad de proteger; cooperación y desarrollo internacional; racismo y xenofobia; entre otros. Todas ellas son formas de dominación y control utilizadas para proteger los intereses de los poderosos a nivel mundial.
Fanon lo vaticinó: “El pueblo, que al principio de la lucha había adoptado el maniqueísmo primitivo del colono: blancos y negros, árabes y rumies, percibe que hay negros que son más blancos que los blancos y que la eventualidad de una bandera nacional, la posibilidad de una nación independiente no conducen automáticamente a ciertas capas de la población a renunciar a sus privilegios o a sus intereses”13.
Estamos siendo testigos de la lucha del pueblo argelino para terminar con los intereses y privilegios de la clase dominante.
Contrarrevolución: el papel reaccionario del ejército y de los poderes extranjeros
Al igual que ocurre en cualquier revolución, las fuerzas contrarrevolucionarias se han movilizado para impedir el cambio en Argelia. La campaña contrarrevolucionaria que se está llevando a cabo en el país cuenta con apoyo extranjero. A nivel regional, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Egipto están utilizando su dinero e influencia para detener la posible propagación de la revuelta en la región. A nivel mundial, Francia, Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Rusia y China, junto con sus principales empresas, que ven una amenaza potencial a sus intereses económicos y geoestratégicos, apoyan al régimen de Argelia. Este contexto nos permite entender la ley de presupuesto de 2020 impulsada por el régimen y la nueva ley de hidrocarburos favorable a las empresas multinacionales.
En cuanto al ámbito político dentro del país, la contrarrevolución ha sido personificada por la jerarquía militar. Tras el derrocamiento de Bouteflika, las fuerzas armadas han mantenido el poder de facto. Ello coincide con la postura del ejército desde la independencia en 1962: durante todo este período, Argelia ha sido gobernada directa o indirectamente por un régimen militar. No obstante, las protestas han continuado. A pesar de que la represión brutal de levantamientos anteriores y la crueldad de la guerra civil en la década de 1990 explican la renuencia del movimiento popular actual a enfrentarse directamente al ejército, la población está decidida a desmilitarizar pacíficamente al país, como queda reflejado en el canto: “Una república, no un cuartel militar”. Hasta ahora, el ejército no ha disparado ninguna bala, pero ha seguido justificando diversas medidas represivas. El Alto Comando Militar también ha rechazado toda hoja de ruta para un diálogo auténtico propuesta por el movimiento.
Una vez más, las palabras de Fanon resultan premonitorias:
“En esos países pobres, subdesarrollados donde, por regla general, la mayor riqueza se da al lado de la mayor miseria, el ejército y la policía son los pilares del régimen. Un ejército y una policía que […] están aconsejados por expertos extranjeros. La fuerza de esa policía, el poder de ese ejército son proporcionales al marasmo en que se sumerge el resto de la nación”14.
Los argelinos saben de qué es capaz el ejército, pero a pesar del trauma de la “década negra” (la guerra civil de la década de 1990), siguen insistiendo con valentía: “Un Estado civil, no uno militar”.
Lucha de clases, organización y educación política
A pesar de los pronósticos desfavorables y de los esfuerzos del Estado para dividir, cooptar y agotarlo, el hirak ha mantenido una unidad y calma ejemplares. Ello queda demostrado en consignas como: “Los argelinos somos hermanos y hermanas, el pueblo está unido, traidores”. El movimiento está encabezado por jóvenes y su organización es relativamente flexible. No hay líderes claramente identificables ni estructuras organizadas que impulsen el movimiento. Es un levantamiento popular que está movilizando a las masas de la clase media y de las clases marginadas de las zonas urbanas y rurales. A diferencia de Sudán, donde la Asociación de Profesionales Sudaneses ha desempeñado un papel fundamental en su organización, en Argelia la organización es horizontal y se da principalmente a través de las redes sociales. La huelga general en las primeras semanas del levantamiento, que fue clave para obligar a Bouteflika a dimitir y sacudir las alianzas de la clase dominante, se organizó espontáneamente después de convocatorias anónimas en las redes sociales. Si bien esta dinámica y estos movimientos amorfos, no estructurados y sin líderes pueden generar grandes movilizaciones entre clases y tienen la ventaja de no ser un blanco fácil para la represión o para la cooptación de dirigentes, es extremadamente vulnerable y puede manifestar una debilidad fatal a largo plazo.
¿Qué nos puede enseñar Fanon sobre la lucha de clases y la organización de movimientos?
La lucha de clases es fundamental en el análisis del filósofo. El marxista libanés Mahdi Amel, en referencia a la afirmación de Fanon de que la praxis revolucionaria se diferencia y cambia de significado y dirección después de la independencia, escribió: “Si bien [la violencia revolucionaria] ocurrió antes de la independencia, una lucha fundamentalmente nacional, después de la independencia se convierte en una verdadera lucha de clases a través de la cual las masas descubren a su verdadero enemigo: la burguesía nacional”15. De modo que desde un punto de vista estrictamente nacional, la lucha se traslada a un nivel socioeconómico de la lucha de clases. Fanon nos insta a pasar de una consciencia nacional a una conciencia social y política cuando afirma “El nacionalismo, si no se hace explícito, si no se enriquece y se profundiza, si no se transforma rápidamente en conciencia política y social, en humanismo, conduce a un callejón sin salida”16.
No obstante, nos invita a “estirar el marxismo” como forma de entender las especificidades del capitalismo en el mundo colonial y poscolonial. Para citar las palabras de Immanuel Wallerstein, Fanon “se ha rebelado, forzosamente, contra el marxismo fosilizado de los movimientos comunistas de su época”, afirmando una versión revisada de la lucha de clases que rompe con el dogma de que el proletariado urbano e industrial es la única clase revolucionaria contra la burguesía17. El filósofo consideraba al campesinado y al lumpen proletariado urbanizado como los candidatos más firmes para el papel de sujeto revolucionario histórico en la Argelia colonial. Y aquí, Fanon coincide con Che Guevara cuando ambos señalan que en países colonizados, la revolución comienza en las zonas rurales y se traslada a los centros urbanos. La inicia el campesinado, que acoge al proletariado, en lugar de ser al revés, como sucede en los países europeos capitalistas e incluso socialistas18.
En resumen, la lucha de clases es fundamental siempre y cuando identifiquemos claramente a las clases que luchan. En ese sentido, es fundamental determinar las clases revolucionarias (y sus alianzas) en el levantamiento actual. Debemos ir más allá del “trabajador” y adoptar una concepción mucho más amplia del proletariado en sus expresiones contemporáneas, a saber, los jóvenes desempleados, los trabajadores urbanos y rurales, los trabajadores informales, los campesinos, etcétera. Son estas clases las que no tienen nada que perder, salvo sus cadenas, las que pueden ser revolucionarias.
En el capítulo “Grandeza y debilidades del espontaneismo” de Los condenados de la tierra, Fanon expresó preocupación de que si se lo abandona a su propia suerte, sin estructura organizativa, el lumpen proletariado se agotará19. Para evitar que esto suceda en la situación actual de Argelia, vale la pena prestar atención a sus palabras: “La burguesía no debe encontrar condiciones para su existencia y desarrollo […] el esfuerzo conjugado de las masas encuadradas en un partido y de los intelectuales altamente conscientes y armados de principios revolucionarios debe cerrar el camino a esa burguesía nociva”20. Fanon insistió en la necesidad de un partido político revolucionario (o quizá un movimiento social organizado) que pueda llevar adelante los reclamos de las masas; un partido o estructura que eduque políticamente a la población, que sea “una herramienta en manos del pueblo”; que sea el portavoz enérgico y el “defensor incorruptible de las masas”.
Según el autor, para llegar a esa concepción de partido o movimiento es necesario antes que nada abandonar la idea burguesa de elitismo y la actitud “muy despreciativa de que las masas son incapaces de dirigirse”21. Fanon aborrecía el discurso elitista de la inmadurez de las masas y afirmaba que en la lucha, ellas (las masas) son iguales a los problemas que enfrentan. Por lo tanto, es importante que sepan hacia dónde van y por qué. Con ese fin, sostiene que debemos plantear nuevos conceptos a través de la educación política permanente, enriquecida mediante la lucha de las masas. La educación política para él no consiste simplemente en discursos políticos, sino que se trata de abrir las mentes de las personas, “asistir al despertar de su inteligencia”22 . Escribió: “Si la construcción de un puente no ha de enriquecer la conciencia de los que trabajan allí, vale más que no se construya el puente, que los ciudadanos sigan atravesando el río a nado o en barcazas23.
Para el autor todo depende de las masas, de ahí su idea de los intelectuales radicales que participan en los movimientos populares y que son capaces de idear nuevos conceptos en lenguaje no técnico y no profesional. Fanon considera que del mismo modo que la cultura debe convertirse en una cultura de lucha, la educación debe convertirse en una liberación total. Se debe prestar atención a estos principios en el impulso revolucionario actual de Argelia.
La sombra de Fanon: la nueva revolución argelina y el movimiento Black Lives Matter
En 2020, una revuelta mundial contra la supremacía blanca comenzó en las calles de Mineápolis, Estados Unidos, tras el asesinato de George Floyd, un hombre afroestadounidense de 46 años que murió asfixiado por un policía que le clavó la rodilla en el cuello durante casi ocho minutos. Al igual que Eric Garner antes de él, las últimas palabras de George Floyd antes de morir fueron “No puedo respirar”. Cabe recordar las palabras de Fanon al referirse a la lucha anticolonial vietnamita: “El indochino no se ha revolucionado porque haya descubierto que tiene una cultura propia, sino porque […] le empezaba a ser imposible, en más de un sentido, respirar”24. La rebelión mundial que ocurrió a continuación y la muestra de solidaridad con los afroestadounidenses refleja la convicción de que ya no podemos respirar en un sistema que deshumaniza a las personas, que enaltece la sobreexplotación, que domina a la naturaleza y la humanidad y genera desigualdad masiva y pobreza sin precedentes. Por consiguiente, están ocurriendo revueltas contra este sistema en todos los continentes y regiones. Sin embargo, para que estos actos de resistencia episódicos y en gran medida limitados a una región geográfica logren resultados deben ir más allá de lo local hacia lo mundial; deben crear alianzas duraderas contra el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Se necesitan solidaridades y alianzas transnacionales para emancipar a los condenados de la tierra. Considero que tanto Argelia como Fanon pueden, una vez más, ser un vínculo y un punto de encuentro de estas luchas, al igual que lo fueron en las décadas de 1960 y 1970.
En los primeros veinte años de su independencia, Argelia se convirtió, en palabras de Samir Meghelli, en “un nodo fundamental en la constelación de solidaridades transnacionales” que se estaban forjando entre los movimientos revolucionarios de todo el mundo. En ese período, Argelia era un símbolo poderoso de la lucha revolucionaria y sirvió de modelo para diversos frentes de liberación de todo el mundo25. La capital argelina se convirtió en la meca de los revolucionarios. Como declaró el líder revolucionario de Guinea Bissau Amilcar Cabral en 1969: “los musulmanes realizan su peregrinaje a la Meca, los cristianos al Vaticano y los movimientos de liberación nacional a Argel”.
El movimiento por la liberación afroestadounidense también halló inspiración en Argelia. Según Meghelli, en el auge del movimiento por los derechos civiles y el “black power”, “justo cuando Argelia miraba a los afroestadounidenses como ‘parte del Tercer Mundo ubicado en las entrañas de la bestia’, también gran parte de los afroestadounidenses miraban a Argelia como ‘el país que luchó contra el esclavizador y ganó’”26. Tanto a través de la popular película “La batalla de Argel”, como de los escritos de Fanon, Argelia pasó a ocupar un lugar importante en la “iconografía, la retórica y la ideología de importantes sectores del movimiento de liberación afroestadounidense”27 que veían la conexión entre su lucha por los derechos civiles y las luchas de las naciones africanas por su independencia. Un observador en ese entonces escribió: “Si Los condenados de la tierra es el ‘manual para la revolución negra’, La batalla de Argel es su equivalente cinematográfico”28. Los escritos de Fanon y su análisis de la guerra de Argelia revelaron muchos paralelismos entre la experiencia de dominación colonial en Argelia y la opresión racial que la población negra había sufrido durante siglos en los Estados Unidos. Los condenados de la tierra se convirtió en la “Biblia negra” (según Eldridge Cleaver). Se vendieron alrededor de 750.000 copias en los Estados Unidos a finales de la década de 1970. Dan Watts, redactor responsable de la revista Liberator, declaró que “todo hermano pueden citar a Fanon”29.
Dos de las figuras más importantes del movimiento por la liberación afroestadounidense, el Dr. Martin Luther King Jr. y Malcolm X, también se inspiraron en la experiencia de Argelia. En octubre de 1962, Ahmed Ben Bella, uno de los líderes del Frente de Liberación Nacional y el primer presidente argelino, visitó a King en Nueva York. Durante el encuentro, Ben Bella destacó el estrecho vínculo entre el colonialismo y la segregación. En 1964, Malcolm X visitó Argelia y recorrió la casba, donde ocurrió la Batalla de Argel en 1957. A su regreso, al responder a acusaciones de que una “pandilla negra incitadora del odio” de Harlem estaba cometiendo crímenes a sangre fría contra personas blancas, declaró: “Las mismas condiciones que predominaban en Argelia y que obligaron a la población, al noble pueblo argelino, a recurrir finalmente a tácticas de tipo terrorista necesarias para salir de la situación de opresión, esas mismas condiciones persisten hoy en día en todas las comunidades negras de los Estados Unidos”30.
Es necesario tener en cuenta las lecciones de estas experiencias de internacionalismo antirracista y anticolonial. Necesitamos reavivar los proyectos ambiciosos de la década de 1960 que buscaban la plena emancipación respecto del sistema imperialista capitalista. Para ello es fundamental redescubrir le herencia revolucionaria del Magreb, de África, Asia Occidental y el Sur Global, desarrollada por grandes pensadores como Frantz Fanon, Amilcar Cabral, Thomas Sankara, Walter Rodney y Samir Amin, por mencionar algunos. Sobre la base de esta herencia revolucionaria, inspirarse en esta esperanza insurgente y aplicar su perspectiva internacionalista al contexto actual es sumamente importante para Argelia, para el movimiento Black Lives Matter y para otras luchas emancipadoras en todo el mundo.
A modo de conclusión
Las fuerzas progresistas de Argelia y de otras partes del mundo tienen una tarea enorme por delante: colocar las cuestiones socioeconómicas en el centro del debate sobre alternativas e impulsar un análisis de clase en el movimiento más amplio. Es necesario, específicamente para la izquierda radical y revolucionaria, elaborar nuevas visiones que vayan más allá de la resistencia a la ofensiva depredadora actual del capitalismo y cuestionen el imaginario de desarrollo y modernidad en sí mismo, con su estilo de vida basado en el consumo excesivo y su globalización que coloca a la mayoría de la población en una posición de subordinación.
En este contexto, el consejo de Fanon sobre la necesidad de inventar y realizar nuevos descubrimientos, y de no imitar ciegamente a Europa, resulta instructivo. Según Fanon, la lucha por la descolonización debe cuestionar el dominio de la cultura europea y su afirmación de universalismo. Descolonizar la mente implica deconstruir las nociones occidentales de “desarrollo”, “civilización”, “progreso”, “universalismo” y “modernidad”, que representan una colonialidad del poder y el conocimiento mediante la cual las ideas de “modernidad” y “progreso” fueron concebidas en Europa y América del Norte e impuestas en África, Asia y América Latina en un contexto colonial31, convirtiéndose en parte del aparato que apoya la confiscación de tierras, el saqueo de recursos y la dominación de “otros” pueblos para “civilizarlos”.
En la conclusión de Los condenados de la tierra, Fanon escribió:
Compañeros: […] la gran noche en la que estuvimos sumergidos, hay que sacudirla y salir de ella. El nuevo día que ya se apunta debe encontrarnos firmes, alertas y resueltos. […] No perdamos el tiempo en estériles letanías o en mimetismos nauseabundos. Dejemos a esa Europa que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina dondequiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo. […] Compañeros, el juego europeo ha terminado definitivamente, hay que encontrar otra cosa. Podemos hacer cualquier cosa ahora a condición de no imitar a Europa, a condición de no dejarnos obsesionar por el deseo de alcanzar a Europa. […] Por Europa, por nosotros mismos y por la humanidad, compañeros, hay que cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un hombre nuevo”32.
El filósofo no ofreció una receta clara para hacer la transición después de la descolonización hacia un nuevo orden político liberador. Lo consideraba un proceso prolongado que debe basarse en la práctica y, sobre todo, en la confianza en las masas y en su potencial revolucionario para desarrollar una alternativa liberadora. En este sentido, es extremadamente importante para los movimientos revolucionarios y emancipadores que están activos hoy en día en Argelia, para los afroestadoundienses y para todo el mundo continuar la labor de descolonización y desvinculación del sistema imperialista capitalista a fin de restaurar nuestra humanidad denegada. A través de la resistencia a la lógica colonial y capitalista de apropiación y extracción nacerán nuevos imaginarios y alternativas contrahegemónicas.