El levantamiento iraquí de 2019 y la imaginación feminista

Zahra Ali

Print Friendly, PDF & Email

En el “Monte Uhud”1 –un edificio alto abandonado de la plaza Tahrir en el centro de Bagdad, frente a la zona verde– hombres y mujeres jóvenes que habían tomado el control del edificio coreaban Inryd watan (queremos un país) y Nazel akhuz haqqy (vengo a reclamar mis derechos). Tras las protestas callejeras de octubre de 2019, la plaza Tahrir de Bagdad y otras plazas principales del país habían sido ocupadas por manifestantes. Del 25 de octubre de 2019 y durante un año lograron retener el control de las plazas, donde establecieron sociedades ideales en miniatura.

El levantamiento de 2019 comenzó como un movimiento de protesta principalmente en las provincias del centro y sur de Irak, dominadas por los chiitas, y luego se extendieron a otras partes del país. A pesar de la sangrienta represión de las protestas por las fuerzas de seguridad iraquíes y las milicias afiliadas a la clase política del país, estas manifestaciones crecieron y se transformaron en un levantamiento, a medida que personas de diverso origen social, educativo e ideológico, como sindicatos y organizaciones estudiantiles, se sumaron a los jóvenes y los más desfavorecidos que habían iniciado las primeras protestas callejeras.

En muchos sentidos el levantamiento de octubre de 2019 fue una continuación de varios movimientos importantes de protesta popular (como los ocurridos en 2015 y 2018) que denunciaron el sistema político sectario, corrupto y disfuncional de Irak y la ausencia de servicios básicos en el país. Sin embargo, debido a su alcance, forma y visibilidad, el levantamiento de 2019 fue más allá de los movimientos anteriores. Un aspecto sin precedentes del levantamiento fue la participación extraordinaria y masiva de mujeres, especialmente mujeres jóvenes.

El presente artículo se basa en un trabajo de campo exhaustivo realizado con redes de mujeres, jóvenes y movimientos sociales en Bagdad, Náyaf-Kufa, Kerbala y Nasiriya, así como en observaciones de campo en Basora. Utiliza el levantamiento iraquí de 2019 como marco para reflexionar sobre cómo las protestas masivas permiten entender la emancipación que amplía nuestra imaginación feminista, con especial hincapié en el espacio que generó el levantamiento. La perspectiva adoptada aquí rompe con los enfoques binarios de agencia y resistencia para analizar las dimensiones sexuales y de género del levantamiento2. En cambio, este artículo examina las protestas como una presencia corpórea masiva en las calles y una ocupación del ciberespacio que permitieron la producción de un espacio discursivo, material e imaginario. En lugar de definir un modelo de emancipación, el artículo lo considera emancipadora a toda acción o pensamiento que cuestione el “orden de las cosas” y afirme la igualdad y la centralidad de quienes no suelen considerarse agentes “políticos”.

Un análisis feminista del levantamiento iraquí de 2019 intenta reunir lo estructural y lo político: por un lado, procura analizar el tipo de espacio que los manifestantes están creando; y, por otro, adopta un enfoque de la emancipación que amplía el significado de lo que es “político”. Es así que, en lugar de preguntarse si la participación de las mujeres en el levantamiento iraquí de 2019 fue “feminista” o siguió una agenda de “derechos de la mujer”, resulta más pertinente preguntarse si cuestionó el orden dominante de las cosas, especialmente en el espacio que generó. De modo similar, en lugar de comenzar con una idea preconcebida de lo que constituye una transgresión de las normas de género, un análisis de los diferentes niveles en los cuales la movilización está afectando el espacio social brinda un entendimiento de lo que es transgresor y de qué modo3.

Irak después de 2003: necropolítica y sextarismo

Irak en el período posterior a 2003 ha sido testigo de la continuación y exacerbación de un proceso de militarización y destrucción estatal que había comenzado en la década de 1990 con los devastadores bombardeos de la coalición liderada por los Estados Unidos y la imposición de sanciones por las Naciones Unidas, las más severas jamás impuestas a un país4. Mientras que el régimen autoritario de Saddam Hussein había sumido al país en 10 años de guerra con Irán en la década de 1980 y reprimió violentamente toda forma de oposición política, las sanciones de las Naciones Unidas constituyeron una guerra “invisible” que sumergió al país en la pobreza y provocó una crisis humanitaria. La invasión y ocupación de 2003, liderada por los Estados Unidos, continuó este proceso mediante la instauración de un sistema político basado en el etnosectarismo y la pertenencia religiosa (comúnmente denominado sistema muhasasa) y la destrucción de lo que quedaba de un Estado funcional. El Gobierno estadounidense dejó a las instituciones estatales sin directores y empleados, mediante la denominada campaña de “desbaazificación”, y colocó en el poder a una élite conservadora y etnosectaria. La clase política iraquí después de 2003 funciona como un régimen cleptocrático y nepotista que monopoliza los ricos recursos petroleros de Irak y reprime la oposición de la sociedad civil.

El concepto de nectropolítica5 de Achille Mbembe es muy útil en el contexto iraquí, en el marco del capitalismo racial y una nación-Estado poscolonial. Nos permite entender qué vidas son valiosas y merecen que lamentemos su pérdida, cuáles merecen medios de desarrollo políticos y de infraestructura y cuáles no. En Irak hoy en día, la necropolítica se manifiesta en la ausencia de infraestructura vital necesaria para el funcionamiento de la vida diaria, como agua, electricidad, instituciones y servicios públicos, como los servicios de salud y educación. Esa necropolítica también se pone de manifiesto en las diversas fuerzas de la muerte que caracterizan la vida política iraquí, desde el aparato de seguridad estatal hasta las milicias apoyadas por Irán que reprimen toda forma de oposición política.

Desde que comenzó el levantamiento en octubre de 2019, al menos 700 manifestantes pacíficos han muerto, 25.000 han resultado heridos y muchos han desaparecido. La represión ha estado a cargo de diversas fuerzas: las fuerzas de seguridad estatales utilizan granadas de concusión, tanques antidisturbios, gases lacrimógenos de grado militar y balas, mientras que los grupos paramilitares, las milicias apoyadas por Irán y los mercenarios utilizan balas reales y metralletas. El Gobierno iraquí también ha impuesto apagones mediáticos de Internet y de las telecomunicaciones, además de toques de queda. Muchos manifestantes han sido amenazados, intimidados, arrestados, golpeados, secuestrados e incluso asesinados.

Después de 2003, el espacio público urbano de Irak se ha alterado profundamente: está militarizado, privatizado y fragmentado. Bagdad ha experimentado violencia sectaria y desde 2006-2007 ha estado dividido por puestos de control y muros de retención de cemento que separan barrios en función de su pertenencia etnosectaria. La división de clases está vinculada con las divisiones políticas, dado que el acceso a los recursos y la riqueza está estrechamente relacionado con la pertenencia a una red con fuertes vínculos a la élite política. La separación más notoria en Bagdad es aquella que existe entre la zona verde, donde reside la élite política, y al resto de los habitantes de la ciudad. Las tierras públicas han sido privatizadas para permitir la construcción de centros comerciales mediante contratos adjudicados en el marco de un sistema de soborno y corrupción. Estas son todas características del capitalismo del desastre6, donde el fundamentalismo del mercado promueve la privatización agresiva, a menudo relacionada con el acaparamiento de tierras públicas y la desposesión violenta, mientras los servicios públicos y la infraestructura son disfuncionales o inexistentes. La privatización de los espacios urbanos abiertos en Irak y de los servicios públicos formales, como la electricidad, la educación y la salud, junto con la militarización y la fragmentación etnosectaria, han alterado la vida cotidiana de los iraquíes y su capacidad para sobrevivir.

Según estudios académicos feministas sobre la guerra y el conflicto armado, la militarización está profundamente influida por las cuestiones de género y es fundamental en definir las normas y las relaciones de género7. En Irak, la militarización como fenómeno social y político se vio exacerbada durante la guerra con Irán en la década de 1980 y se intensificó aún más después de la guerra del Golfo de 1991 y la imposición de sanciones por las Naciones Unidas. La militarización desempeña un papel central en configurar las representaciones y prácticas de feminidades y masculinidades dado que refuerza los roles estereotípicos de los hombres como “protectores” y las mujeres como “vulnerables”. Las sanciones de la ONU hicieron que surgieran nuevas formas de patriarcado a medida que la extrema pobreza obligó a las familias y a los individuos a desarrollar estrategias de supervivencia8.

El régimen político actual en Irak está caracterizado por una ideología y política con un gran contenido de género. De hecho, el régimen iraquí después de 2003 no solo se basa en una división étnica, religiosa y sectaria, sino también en una división sexual; es, en la terminología de Maya Mikdashi, un régimen sextario9. Un ejemplo de ello es que una de las principales reformas jurídicas que se intentó llevar a cabo (promovida por uno de los principales partidos islamistas chiitas que llegaron al poder gracias al Gobierno estadounidense a través de la invasión y la ocupación) fue la abolición del Código de Estatus Personal –el marco jurídico que reúne la mayoría de los derechos jurídicos de las mujeres– para reemplazarlo por un Código de Estatus Personal de base sectaria.

La relación entre la violencia armada y la imposición del sextarismo es una parte integral del régimen iraquí y abarca de políticos elegidos en el Parlamento a grupos milicianos. Las fuerzas religiosas sectarias heteropatriarcales no solo dominan la esfera política, sino también las calles, a través de sus grupos armados y milicias. Esta relación también fue central en la represión del levantamiento de octubre de 2019, dado que cualquier intento de cuestionar las normas de género heteropatriarcales se considera una amenaza a todo el sistema. Mediante sus canales mediáticos y plataformas de redes sociales, la clase política iraquí a menudo ha expuesto al levantamiento como “inmoral”. Los manifestantes eran acusados con frecuencia de ser sexualmente corruptos y depravados, y se difundían todo tipo de rumores sobre el supuesto “comportamiento ilícito” de los jóvenes en las carpas instaladas en las plazas del país. 

El levantamiento de octubre de 2019: la creación de un espacio

La plaza Tahrir en Bagdad y plazas similares en todo el país, como la plaza Habubi en Nasiriya, desarrollaron modos creativos de sociabilidad que transgredían las jerarquías sociales y políticas. Los manifestantes se negaban a toda forma de alineación o instrumentalización de un grupo o partido y, por ende, se negaban a nombrar líderes. La plaza Tahrir estaba organizada de acuerdo con el principio de democracia directa: todas las decisiones se adoptaban mediante la consulta a todas las carpas de la plaza y posteriormente se hacían públicas al exhibir la iniciativa o declaración acordada en las paredes del “Monte Uhud” y publicándolas en las redes sociales. La importancia central de plataformas digitales como Facebook, Twitter e Instagram en la creación, organización y el desarrollo de las protestas en Irak demuestra que el levantamiento ocurrió tanto en el ámbito virtual como en las plazas. Muchos jóvenes entrevistados en Bagdad, especialmente mujeres jóvenes cuyas familias no les permitían ir a la plaza Tahrir, vivieron la plaza a través de las redes sociales –siguiendo y contribuyendo mediante publicaciones diarias. Un ejemplo de ello es Maha, que tenía 20 años en aquel entonces: 

“No siempre puedo venir a la plaza Tahrir, solo me permiten venir cuando mi madre, que apoya plenamente la revolución, me acompaña. Cuando no puedo venir, estoy activa en las redes sociales, publico en Face o Insta. Esta revolución es una revolución de valores. Es nuestro futuro”10 .

Las plazas generaron un espacio material en el cual los manifestantes proponían su enfoque del “bien común”. Brindaban diversos servicios, desde comida y asistencia médica gratuita, hasta servicios educativos y culturales, y establecieron “nuevas formas de Estado” mediante la organización de servicios públicos, como limpiar las calles o pintar el entorno, así como restaurar los monumentos públicos y embellecer los espacios públicos mediante arte y diseños originales. Los manifestantes insistían en brindar estos servicios en forma gratuita, destacando que es el Estado el que debería ofrecerlos. “Hecho en Irak” era otro eslogan habitual: a través de él, los manifestantes intentaban promover una economía nacional que no estuviera dominada por productos extranjeros ni dependiera excesivamente de la economía del petróleo. Se establecieron mercados alrededor de la plaza Tahrir. Algunos vendían productos “hechos en Irak”, como yogurt de Abu Ghraib, frutas y nueces, utensilios de latón y arte y artesanías decorativas.

Husein, un manifestante veinteañero, vivió en las carpas de la plaza Tahrir durante casi tres meses; como consecuencia de ello perdió su empleo (y su salario). Hizo todo esto por la revolución. Habló de la sociedad ideal que intentaba construir en la plaza:

“No me resultó difícil dejar mi trabajo. He visto la corrupción, he experimentado la pobreza. Estoy aquí por un objetivo más importante. […] Estoy aquí por un watan (país), la revolución me dará un watan. Aquí nos dan todo: las personas con dinero realizan donaciones, incluso jefes de empresas. La gente nos regala vestimenta, alimentos, cigarrillos, todo lo que necesitamos para vivir aquí en Tahrir. La gente cocina todo el tiempo, puedes ver muchas cocinas dentro de las carpas. Obtuvimos bienes y un estilo de vida en Tahrir que no teníamos antes de la revolución. Antes, no teníamos dinero, era caro comprar vestimenta, trasladarse de un lugar a otro. Aquí, podemos ir a libremente a cualquier parte de la plaza”11 .

Después de esta entrevista, Husein recibió un disparo en el cuello en una manifestación pacífica en el centro de Bagdad que fue reprimida por las fuerzas de seguridad iraquíes, en enero de 2020. Como consecuencia de su herida, tuvo que irse de la plaza Tahrir, pero continuó su activismo en las redes sociales.

El levantamiento de octubre de 2019 se opuso a las fuerzas de la muerte (o necropolítica) en su celebración de la vida: las plazas se convirtieron en espacios de fiestas alegras, baile, bromas y juegos. Otro eslogan recurrente entre los jóvenes era Inryd In‘ysh, que significa “queremos vivir una buena vida lejos de la violencia armada y los conflictos políticos”. Estas formas de “florecimiento de la vida” implicaban una política de emoción y eran provocadas por ella. Los manifestantes establecieron una playa pública en el río Tígris, donde los jóvenes iban a relajarse y recrearse. También se establecieron cines y teatros en la plaza Tahrir, que mostraban diferentes tipos de obras dramáticas (en general relacionadas con problemas sociales y de la sociedad). Algunas actividades habituales en la plaza incluían sentarse y leer en las diferentes bibliotecas públicas, escuchar conferencias públicas ofrecidas por escritores, intelectuales y amantes de la cultura, y participar en debates y discusiones. Se organizaban talleres de pintura y dibujo, y las calles, el Monte Uhud y el túnel alrededor de la plaza estaban cubiertos con diversas formas de arte, algunas mostraban escenas de unidad nacional, otras denunciaban la opresión y la matanza de manifestantes y celebraban a las mujeres, los jóvenes y los mártires de la protesta, como Safaa al Sarai (véase la imagen 1).

Picture 1 – Taken by Zahra Ali in Tahrir Square, Baghdad, December 2019

Picture 1 –  Fotografía tomada por Zahra Ali en la plaza Tahrir, Bagdad, diciembre de 2019.

El levantamiento generó un espacio discursivo que cuestionó la militarización y la violencia armada. A pesar de la represión sangrienta, los manifestantes siguieron comprometidos con la desobediencia civil no violenta. Esto es destacable, dado que muchos hombres jóvenes que entrevisté en la plaza Tahrir eran ex miembros del Frente de Movilización Popular (PMF), una fuerza paramilitar creada durante la guerra del Dáesh (Estado Islámico de Irak y el Levante, ISIS). Muchos de ellos expresaron su decepción con el PMF por convertir la guerra contra el Dáesh en una batalla por la consolidación de su poder represivo y sangriento. Madaniyya (civismo) y salmiyya (pacífico) fueron términos utilizados una y otra vez por los jóvenes que vivían en la plaza Tahrir.

El levantamiento también generó un espacio imaginario, donde la determinación de los manifestantes de honrar a los “mártires de la revolución” rápidamente se convirtió en su razón de ser. Muchos manifestantes describieron el levantamiento como una “batalla sagrada” (tan sagrada como la batalla de Uhud del profeta Mahoma), por la cual estaban dispuestos a dar sus vidas. El imaginario del martirio de los manifestantes se utilizó junto con la historia religiosa del imán Husáyn en Kerbala12, ya que veían a su lucha como la continuación de su martirio. Además, los manifestantes utilizaron a la plaza Tahrir como un santuario alrededor del cual realizaban rituales de muerte, colocando los ataúdes de los mártires en un círculo alrededor del monumento a la Libertad a menudo antes de dirigirse a Wadi us Salam en Najaf para llevar a cabo el sepulcro religioso.

Sawt al-mar‘a thawra: una emancipación con perspectiva de género

La mayoría de las mujeres que participaron en el levantamiento explicaron que lo hicieron para denunciar la violencia contra los manifestantes, en su mayoría hombres jóvenes. No diferían de la multitud de individuos de diversos orígenes sociales, educativos e ideológicos que protestaron en las calles o en el ciber espacio contra el asesinato de manifestantes pacíficos desarmados. La represión de las protestas tenía un gran sesgo de género, dado que la movilización de las normas sexuales y de género había sido fundamental para intentar descalificar el levantamiento como “inmoral” y por presuntamente violar las normas sociales y religiosas.

En muchos sentidos, los ataques contra las manifestantes mujeres y la afirmación de las normas sexuales y de género heteropatriarcales desatadas por la clase política iraquí pueden interpretarse como lo que Deniz Kandiyoti ha denominado “restauración masculinista”13 : a medida que las mujeres adquieren visibilidad y ocupan espacios, se las vuelve a poner en “su lugar” mediante estos ataques. Las mujeres también sufrieron ataques en las redes sociales: el hashtag #بناتك_ياوطن – Banatek ya watan (oh país, tus hijas), que era el lema de la manifestación de las mujeres del 13 de febrero de 2020, se convirtió en #عاهراتك_ياوطن – ‘Aheratek ya watan (oh país, tus putas). Las mujeres se movilizaron contra estos ataques: colocaron mensajes en el muro del túnel que conduce a la plaza Tahrir y en las manifestaciones llevaban pancartas con la leyenda “Las mujeres de la revolución de octubre son revolucionarias, no putas” (véase la imagen 2). La consigna Sawt al-mar‘a thawra (la voz de una mujer es una revolución) se volvió fundamental en las protestas posteriores a estos ataques.

Picture 2 – Taken by Zahra Ali in Tahrir Square, Baghdad, December 2019

Picture 2 – Fotografía tomada por Zahra Ali en la plaza Tahrir, Bagdad, diciembre de 2019.

Además de las consignas que elogiaban a la nación iraquí, los y las jóvenes que participaron en las protestas abordaron directamente el discurso sexista. Por ejemplo, varios líderes políticos islamistas, entre ellos el controvertido líder Moqtada al-Sadr14, condenaron la mezcla de géneros (ikhtilat) durante las protestas. Al prohibir la mezcla de géneros y calificar a la voz de las mujeres de ‘awra (perteneciente a lo privado), los grupos políticos islamistas intentaron definir la participación de la mujer en las protestas como una violación de las normas religiosas. Las y los manifestantes se burlaron de estas declaraciones mediante varios eslóganes, como La mu ‘awra sawtech thawra (No es vergonzoso, tu voz es una revolución). Otro cuestionamiento del espacio discursivo dominado por los hombres fue el elogio de uno de los primeros mártires de las manifestaciones Safaa al-Sarai, refiriéndose a él como Ibn Thanwa (hijo de Thanwa), en alusión a su madre Thanwa –en lugar de referirse a él mediante el nombre de su padre, como es la costumbre. Ibn Thanwas es ahora un nombre comúnmente utilizado para referirse a los revolucionarios y muchos manifestantes utilizan el nombre de su madre, en lugar del de su padre.

A pesar de estos ejemplos de disidencia relacionada con el género, el levantamiento de octubre de 2019 no incluyó un programa feminista o centrado en la mujer. Entonces, ¿cómo se puede entender la participación masiva de mujeres en las protestas? Esta aparente contradicción no es exclusiva del contexto iraquí, sino que también ocurrió durante la Primavera Árabe –y quizá en todos los movimientos de protesta recientes en la región15. Puede considerarse que la ausencia de una agenda específica de género pone de manifiesto las formas en que las protestas populares tienden a homogeneizar las consignas y reivindicaciones y, por ende, no tienen en cuenta las cuestiones de clase y género. Sin embargo, el análisis de la política y el espacio del cuerpo permite realizar otra interpretación de la ausencia de una agenda feminista definida. Puede afirmarse que el levantamiento de 2019 cuestionó las normas de género mediante su concreta aplicación de la igualdad y la mezcla y presencia masiva de cuerpos. La presencia y participación masiva de mujeres constituyeron en sí mismas un cuestionamiento del orden social sextario.

Los cuerpos son verdaderamente centrales en el proceso de construir ciudadanía, en el cual los cuerpos marcados por el género se vuelven agentes significantes de la acción y la transformación colectivas, como quedó claro en el eslogan Banatek ya watan (oh país, tus hijas) de la protesta de las mujeres organizada en febrero de 2020 como parte del levantamiento. Si bien esta protesta fue una demostración del apoyo de las mujeres jóvenes al levantamiento y de su alineación al lema principal, Inryd watan, la presencia corporal masiva de mujeres, junto con los manifestantes hombres (que a menudo actuaron como escudos alrededor de su marcha) puso en cuestión el sextarismo. En este sentido, la presencia corporal masiva de mujeres implicó una ciudadanía antisextaria, además del rechazo de la necropolítica y una celebración de la vida en el contexto iraquí posterior a 2003. Muchos manifestantes, tanto hombres como mujeres, en la plaza Tahrir de Bagdad expresaron que la presencia de las mujeres significaba la “vida”: significaba el apoyo de la sociedad entera al levantamiento. A partir de la noción de “resistencia”, la presencia corpórea de las mujeres generó un espacio material y discursivo alternativo. Además, al no limitarse a movilizarse específicamente como mujeres, pudieron manifestarse como seres emancipados.

Conclusión: ampliar la imaginación feminista

El levantamiento iraquí de 2019 generó un espacio discursivo, material e imaginario alternativo al espacio dominante posterior a 2003 caracterizado por la militarización, la privatización y el dominio patriarcal. En este espacio, se desdibujan el límite y las jerarquías entre los reclamos dirigidos al Gobierno y a la política, y los lemas electorales, como “el derecho de tener pelo rizado”. Tanto en la ocupación corpórea colectiva de los espacios abiertos, como en el ciberespacio se cuestionaron los límites y las jerarquías entre lo que suele considerarse “político” y “social”. En este sentido las prácticas y movilizaciones del levantamiento pueden describirse como emancipadas y políticas.

El madaniyya (civismo) propuesto en el levantamiento implicó que personas comunes y corrientes crearan una sociedad pacífica en miniatura tolerante de las diversas estéticas y formas, que ofrecía servicios básicos y estaba abierta a opiniones y creencias diferentes. Por lo tanto, el espacio creado por el levantamiento representó un cuestionamiento a la necropolítica. Ofreció el florecimiento de diversas formas de vivir y el disfrute de la vida social desvinculada del consumo utilitario. En algún sentido fue similar al modo en que Henri Lefebvre ha descrito la comuna de París: el levantamiento iraquí de 2019 fue una gran celebración, un espacio donde se disfrutaba de la vida16.

Las dimensiones sexuales y de género de los levantamientos fueron fundamentales, y la represión sextaria y heteropatriarcal de la clase política fue cuestionada de muchas formas: de consignas anti sexistas a marchas de mujeres. La presencia corpórea masiva de las mujeres representó en sí un cuestionamiento del sextarismo, que se basa en divisiones sectarias y sexuales. Las mujeres no diferían de los hombres ni de los miembros de diversos grupos sociales (en función de clase, educación o profesión) al justificar su participación en el levantamiento en relación con el objetivo de “honrar a los mártires”. Todo ello puede considerarse revelador de la existencia de divisiones sexuales y de género en Irak, así como de formas emancipadas de disidencia que no están vinculadas simplemente a la identidad de la mujer como tal.

SOBRE LA AUTORA

Zahra Ali es socióloga y profesora adjunta de sociología en la Universidad de Rutgers-Newark. Su investigación analiza la dinámica de los movimientos sociales, políticos, de mujeres y de género en relación con el Islam y Oriente Medio, y los contextos de la guerra y los conflictos, con hincapié en Irak contemporáneo. Es autora de Women and Gender in Iraq, publicado por Cambridge University Press en 2018. 

RECONOCIMIENTO

Traducción: Mercedes Camps

Ilustraciones: Fourate Chahal El Rekaby

Patrocinado por Rosa Luxemburg Stiftung con fondos del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de la República Federal de Alemania. Esta publicación o partes de ella pueden ser citadas por otros de forma gratuita siempre que proporcionen una referencia adecuada a la publicación original.

Descargo de responsabilidad: El contenido de la publicación es responsabilidad exclusiva de los autores y no refleja necesariamente una posición de RLS

Ali, Z. (2021) ‘From recognition to redistribution? Protest movements in Iraq in the age of “New Civil Society”’, Journal of Intervention and Statebuilding, doi:10.1080/17502977.2021.1886794. 

(2018) Women and Gender in Iraq: between Nation-Building and Fragmentation. Cambridge: Cambridge University Press.

Lefebvre, H. (1965) La Proclamation de la Commune. 26 mars 1871. París: Gallimard.

Mbembe, A. (2003) ‘Necropolitics’, Public Culture 15(1): 11–40 (translated by Libby Meintjes).

Rancière. J. (1987) Le Maître Ignorant : Cinq leçons sur l’émancipation intellectuelle. París: Fayard. 

 

Notes

Este alto edificio abandonado se había denominado anteriormente “restaurante turco”, pero los manifestantes lo renombraron “Monte Uhud”, en referencia a la batalla de Uhud en la época del Profeta Mahoma.

Véase, por ejemplo, la perspectiva desarrollada por Lefebvre, H. (1968) Le Droit à la Ville. Paris: Point.

Véase, por ejemplo, la perspectiva desarrollada por Rancière J. (1987) Le Maître Ignorant: cinq leçons sur l’émancipation intellectuelle. París: Fayard. 

Véase Gordon, J. (2012) Invisible War. The United States and the Iraq sanctions. Harvard: Harvard University Press.

Véase Mbembe, A. (2003) ‘Necropolitics’, Public Culture 15(1): 11–40 (translated by Libby Meintjes).

Véase Klein, N. (2007) The Shock Doctrine: The rise of disaster capitalism. New York: Metropolitan Books, Henry Holt.

Véase, por ejemplo, Peterson V.S. (2007) ‘Thinking through intersectionality and War’, Race, Gender & Class 14 (3/4): 10–27; Kandiyoti, D. (2007) ‘Between the hammer and the anvil: Post-conflict reconstruction, Islam and women’s rights’, Third World Quarterly 28(3): 503–517; Cockburn, C. (2010) ‘Gender relations as causal in militarization and war’, International Feminist Journal of Politics 12(2): 139–157.

Véase Ali, Z. (2018) Women and Gender in Iraq: Between nation-building and fragmentation. Cambridge: Cambridge University Press.

Véase Mikdashi, M. (2018) ‘Sextarianism: Notes on studying the Lebanese state’, en A. Ghazal y J. Hanssen. (eds.) The Oxford Handbook of Contemporary Middle Eastern and North African History. Oxford: Oxford Handbooks Online. doi:10.1093/oxfordhb/9780199672530.013.42.

10 Entrevista realizada en diciembre de 2019 en la plaza Tahrir, Bagdad.

11 Entrevista realizada en diciembre de 2019 en la plaza Tahrir, Bagdad.

12 El asesinato del imán Husáyn es fundamental en el imaginario de los musulmanes chiitas: representa la lucha por la justicia y la Resistencia a la tiranía y la opresión. 

13 Kandiyoti, D. (2014) ‘Contesting patriarchy-as-governance: Lessons from youth-led activism, OpenDemocracy, 7 marzo de 2014. 

14 Líder del movimiento Islamista Sadrista formado después de la invasión y ocupación de 2003, que es una de las principales fuerzas islamistas chiitas en Irak. 

15 Véase Hasso, F. y Salime, Z. (eds.) (2016) Freedom Without Permission: Bodies and space in the Arab revolutions. Durham y Londres: Duke University Press.

16 Véase Lefebvre, H. (1965) La Proclamation de la Commune. 26 mars 1871. París: Gallimard.